Existe, aún existe en este país, aunque cueste creerlo, un bastión, un espacio celosamente guardado que permanece ajeno a los apetitos del poder. Y ese sector es el cooperativismo, la maravillosa experiencia de la economía popular y solidaria. Un espacio que hoy, tras la intervención del SEPS (Superintendencia de Economía Popular y Solidaria) en tres de las cooperativas más importantes del país, corre el peligro de perderse, como tantos otros sueños de progreso, en los oscuros corredores donde se cobran y reparten los favores del poder.
La Cooperativa CREA, por ejemplo, institución con más de USD 280 millones en activos, USD 25 millones en patrimonio; el crecimiento porcentual más alto del país, más de cien mil socios activos y 34 oficinas en nueve provincias, algunas de la cuales han merecido preseas y reconocimientos por la implementación de tecnología de punta, mientras colecciona, una tras otra, las certificaciones internacionales (ocho en total) incluyendo las normas ISO, que avalan su solidez, la calidad de sus servicios, la solvencia de una cartera que resumen decenas de miles de créditos colocados en los sectores estratégicos del desarrollo y el emprendimiento.
Así que no nos vayamos a equivocar. La cooperativa CREA es un ejemplo a nivel nacional, un ejemplo forjado en la administración de Patricio Barzallo, su directorio y un maravilloso equipo humano de empleados y trabajadores cuya vocación y eficiencia nos demuestran, cada día, que otro Ecuador es posible. Y esa excelencia, precisamente, la ha convertido en un botín político. Al igual que, no me cabe duda, sucede con las demás cooperativas intervenidas en el país.
Una operación que, además, se lleva casi en secreto, perdida en la cortina de humo creada por las torpezas de la diplomacia, los aterradores índices de violencia, una consulta popular innecesaria y los desvaríos de un gobierno que piensa (y esto no me extraña) que el Ecuador es otra hacienda bananera, en donde se hace y deshace según el gusto del patrón. Y no. No lo permitiremos. El sector del cooperativismo en la última frontera que permanece intocada, el último espacio genuino de desarrollo, que no puede, que no debe, caer en el abismo sin fondo del populismo, en el país del nunca jamás… (O)