De manera consciente o inconsciente, la debilidad para pensar, razonar, entender y llegar a conclusiones lógicas es un hecho en la sociedad contemporánea. La sospecha, en medio de tanta mentira y de toda índole, de que si me estarán diciendo o no la verdad; la convicción de que no existen verdades absolutas; la autosugestión de que mi criterio es infalible porque así lo siento, es la manera de conducirse de muchos y lo que explica tanto caos y fracaso hoy en día. A medida que navegamos por este territorio desconocido, es crucial examinar sus causas y explorar posibles vías para superarlos. ¿A qué se debe esta actual “crisis de razón”? Señalo estas:
Al relativismo y a la creencia de que cada uno tiene su propia verdad, criterio en el que se valora las emociones y creencias personales por encima de los hechos objetivos, que socavan la confianza en la razón como herramienta para llegar a conclusiones objetivas y coherentes.
A la polarización y radicalización que impulsan a adoptar posturas extremas y a rechazar el diálogo racional entre diferentes puntos de vista, dificultando el uso efectivo de la razón para resolver conflictos y problemas.
A la sobreabundancia de información y estímulos en nuestra era digital que ha generado una cultura de distracción y superficialidad, que dificulta la reflexión profunda y la atención sostenida, y por ende la capacidad de la razón para analizar y comprender temas complejos.
Por último, a la desconfianza en las instituciones y expertos que ha llevado a un rechazo de argumentos racionales en favor de teorías de conspiración u opiniones infundadas, debilitando aún más la capacidad de la razón para discernir la verdad.
Para superar esta crisis, es fundamental fomentar la educación en el pensamiento crítico y la capacidad de discernimiento, enseñando a las personas a evaluar la información de manera objetiva y a cuestionar sus propias creencias y prejuicios. Además, es necesario promover el diálogo racional y constructivo entre diferentes puntos de vista, para encontrar elementos de encuentro y soluciones comunes a los problemas que enfrenta la sociedad.
Pero ésta tarea ¿a quiénes compete? Yo diría que A LA PROPIA PERSONA, poniendo atención al sentido común y a la conciencia que es la voz de Dios; A LOS PADRES DE FAMILIA, ejerciendo su autoridad con el ejemplo; AL SISTEMA EDUCATIVO, no quedándose en el ámbito puramente instructivo; y a los MASMEDIA, que deben superar el sensacionalismo. (O)