Mea culpa

El primer acto de corrupción se manifiesta al aceptar un cargo para el que no se está preparado. Esta premisa, tan reconocida como subestimada, vuelve a resonar con fuerza en los recientes escándalos políticos, diplomáticos, sociales y energéticos que sacuden el panorama nacional. La falta de preparación, una sombra que acechaba desde el inicio del joven gobierno al asumir su mandato en noviembre pasado, se ha cristalizado en los escándalos políticos más recientes.

El gabinete ministerial fue objeto de críticas por parte de la opinión pública debido a la juventud e inexperiencia que ostentaban en las áreas en las que fueron designados. El quiebre de relaciones con Rusia y el impasse con México son solo algunas de las fisuras que han quedado al descubierto en el desempeño de la Canciller y su equipo. Los errores comunicacionales de la ministra del Ambiente han servido como una advertencia clara de los peligros que acechan cuando no se toman correcciones a tiempo. Y ahora, las acusaciones de negligencia e inoperancia contra la exministra Arrobo en la cartera de Energía son un doloroso recordatorio de que la preparación y la integridad en algunas carteras de Estado no han estado a la altura de las necesidades del país.

Sin embargo, como han expresado las principales ministras y voceros de gobierno, la responsabilidad última no recae únicamente en el gabinete sino en quien toma las decisiones: el presidente. Por ello, en un acto de autocrítica profunda, el líder del país debe dirigir su mirada hacia adentro y reconocer la magnitud del encargo y la necesidad de encontrar nombres adecuados para asumir estas responsabilidades. En esta lista, el primero en hacer este mea culpa debería ser aquel que dio el primer paso, el de aceptar un cargo para el cual no estaba debidamente preparado. (O)