Entonces

            En el mundo hay urgencias. Y no son pocas. Cada día más. Pero hay sustanciales.

 Unas, descansan en la emergencia de nuevas preocupaciones y saberes. Otras, en las conocidas intenciones por abrazar igualdad y dignidad. Una comprensión de diálogo y renuncia. De pausa y calma. De dejar el vértigo atrás.

            Para resolver lo que las construcciones históricas no resuelven, o atender las dificultades que la historia nos ha creado, se requiere de la comprensión de mínimos. Principios de humanidad y salir del arrastre. Un arrastre al desastre, a la conveniencia y ruptura inútil. Infértil. Es decir, para ello, entender la necesidad de abordar los problemas de integración y ampliación. De unión y complementariedad en la comprensión. Abstracción de la mirada, análisis y entendimiento de la diversidad en un único mundo.

            La humanidad requiere de catalizadores para la sucesión de nuevos hechos. El aire, la naturaleza, la conservación, el disfrute por la vida necesita de alentadores cambios. De nuevas decisiones que desconecten de los tradicional y recuperan lo sustancial. Si se quiere, una ruptura paradigmática sin renuncia a lo que vale y debe atenderse. Sin abandonar lo axiológico y sin descanso por restituir o renacer lo que en verdad interesa: la vida. Yo diría, el estar vivo. Mejor dicho: el estar aquí, ahora. Presente. Leyendo. Yo, escribiendo.

             Samuel Williston, un estadunidense profesor de derecho ya fallecido, en uno de sus libros que entrega pautas de un buen litigio judicial, dice: “el trabajo debe dirigirse con la razón (…)”. Indudablemente, hoy, debería añadirse: y con el corazón.

            ¿Entonces? Entonces, empecemos.