Realmente constituyó una gran pena, una congoja, una desazón, una sensación de desamparo, el despertarnos con la terrible noticia de que nuestro amigo y protector Nicolasito, amo y señor de Venezuela desde hace más de diez años, se había levantado hace pocos días con un ataque de hemorroides inflamadas y, así porque así, porque seguramente había coincidido su dolencia física con el abortado plan para la liberación de Jorge Glas, pues había resuelto retirar sus oficinas consulares de nuestro pais.
¡Imagínense que será de nuestras vidas sin el apoyo de Nicolasito! El, que ha logrado semejantes éxitos en el manejo económico de Venezuela, él que ha conseguido que ningún venezolano desee salir de su pais, a no ser los alrededor de cuatro millones de venezolanos que andan deambulando por las calles y plazas de Latinoamérica, pero que lo hacen en “plan turístico” según las autoridades venezolanas, él que es un ejemplo de tolerancia, de respeto a la libertad de expresión y un promotor incansable de “elecciones libres” y “democráticas”, él que va por la tercera reelección y que piensa seriamente en una designación como Jefe Supremo Vitalicio de la nación bolivariana, él que habla con los “pajaritos” y que recita diariamente su frase favorita “del sillón presidencial a la tumba”.
Este enojo de Nicolasito con el Ecuador, le veo yo, es peor que hubiéramos sufrido un terremoto y sin la participación de Glas en las obras de reconstrucción. Hemos perdido un amigo inmejorable. Como diría mi primo Matías Orfrenade, “ello inteligente, ello sensato, ello tolerante, ello sin tacha, ello sin ansias de poder”. ¿Qué nos haremos los ecuatorianos una vez que Nicolasito ha resuelto “pelearse” definitivamente de nosotros y dejarnos “soliticos” en este valle de lágrimas?, habrá que preguntarle a doña Corina Machado, la candidata opositora que, bienhechito, por osar enfrentarse a Nicolasito en las elecciones presidenciales de este año, ha sido inhabilitada durante quince años para cualquier participación electoral. ¡Ah Nicolasito, te vamos a extrañar y que el atolondramiento socialista, hasta tanto, no termine por secarte el mate! (O)