Sabemos que el mundo se destruye y no sabemos qué debemos hacer, es decir, teóricamente sabemos que debemos detener su destrucción, pero somo incapaces de hacerlo, pues eso significa, simplemente, cambiar todo el sistema de organización actual, y eso nos asusta incluso más que la eminente destrucción de la vida. El ser humano muestra su miopía y limitación, a pesar de sus capacidades racionales y metacognitivas. No estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, ni somos la especie superior. Tampoco somos el pináculo de la naturaleza ni la concreción del espíritu autopensante. Parafraseando una de las fabulosas líneas del guion de la película Matrix, somos como un virus, una enfermedad que depreda y no tiene futuro. Y por eso mismo, hoy, la utopía ha descendido desde el cielo de la ideología, a la tierra dura y se ha convertido en ecotopía. Ella nos muestra el fracaso de la política que no ha podido administrar la sustancia de la vida, mantener los equilibrios, cuidar su reproducción que es condición necesaria de la reproducción de la especie. Paradójicamente, el horizonte está en volver al pasado, dar un salto hacia atrás, decrecer, comenzar de nuevo, en colectivo, y sin perder de vista lo sagrado de la Naturaleza. (O)
CMV
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.
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