Economista Rafael Correa: los ecuatorianos conscientes y no ovejunos, no necesitamos más pruebas en lo político y económico, para llegar a la conclusión de que la larga y tenebrosa etapa vivida durante su gobierno, ha sido una de las más oscuras de la historia de nuestro país; donde la soberbia y la prepotencia de algunos mediocres envanecidos por el poder, edificó un esquema “legal”, que facilitó las trafasías, la corrupción y la impunidad; y, ante todo blindó a los responsables de la debacle nacional, evitando que respondan por sus actos ante la justicia.
La llamada “revolución ciudadana”, llegó al poder anunciando a las alegres multitudes el fin de la larga noche neoliberal. Han pasado más de 10 años, y las fórmulas para sacarnos de la pobreza tan promocionadas por Alianza País siguen iguales, sólo que ahora el sabor de las mismas es más amargo para la gran mayoría de los ecuatorianos y para los miles de conciudadanos que emigran o se hunden del todo, mientras las instituciones, la democracia y los valores humanos, se destruyen irremisiblemente bajo una aureola de incertidumbre, corrupción, mentira y falsedad galopantes.
El peor legado que nos dejó, fue el haber sembrado como política de gobierno – con odio, intolerancia y resentimiento social-la mentira, el engaño, la corrupción y la negación de los hechos.
Usted trasformó a la democracia ecuatoriana en una ficción: en un instrumento para afianzar el perfil de mandones y seres providenciales, cuya legitimidad no radica en la norma constitucional ni en el voto racional, sino en el montaraz voluntarismo de quien, dominando el espectáculo de tarima, se levanta con el poder.
Durante los 10 años de poder autoritario de su mandato, declaró una guerra a los medios de comunicación para que no difundan todas sus acciones nefastas en contratación pública, en la mayor época de bonanza petrolera. Acusó e hizo sancionar a la prensa independiente mientras hacían lo que querían, con adjudicaciones a dedo, sobreprecios, y lo más denigrante con organismos de control y algunos jueces probablemente como cómplices y encubridores del “buen vivir” del socialismo del siglo XXI, del cual usted es su fiel devoto.
Un gobernante pierde autoridad ética y moral, cuando desprecia a los que piensan diferente, cuando olvida a quienes le sacaron del anonimato y lo encumbraron en el poder; cuando sólo busca sus intereses políticos, el enriquecimiento ilícito, su bienestar y el de sus obsecuentes y genuflexos seguidores, que continúan en la asamblea; cuando falsea su testimonio, cuando mata la esperanza de un pueblo con promesas demagógicas.
Sepa usted que, las revoluciones jamás nacen de las mentes obnubiladas de los populistas autoritarios, corruptos, megalómanos y fieles apóstoles de la narcodelincuencia, sino del espíritu de los hombres sabios, justos y honestos. (O)