¿Qué rol cumplen los fotoradares instalados por la EMOV en el tramo de su competencia en la “autopista” Cuenca Azogues?
Los “Juan de buena alma” se dieron modos para indemnizar con 3 millones de dólares a la empresa contratada para la instalación de esos equipos.
¿De dónde salió ese dinero para congraciarse con la inversión del contratista?
De un crédito pedido por el benevolente municipio. ¿Y quiénes deben pagarlo? Los cuencanos por su puesto.
¡Aplausos!
Una oferta de campaña electoral se cumplió no como se juró y rejuró, hasta con ínfulas de Superman, esto es, dando de baja el “contrato trucho” como tantas veces se dijo hasta en sueños, tan trucho que hasta la Contraloría le echó el guante.
Pero se cometió otra truchada para no proceder como se debía en el campo legal, lo que habría demorado quien sabe cuántos años, sino por el lado más sutil: indemnizando, claro, no solo por los fotoradares instalados en la “autopista” sino en la otra avenida de Las Américas y en otras calles.
Bueno, ¡aplausos! Qué manera de cumplir la oferta politiquera. Lo que se quería es que esos aparatos se apaguen, y punto; eso era todo el rollo. Ah, y con eso se terminó avalando el “contrato trucho”. Eso más.
Así, qué no van a ser bien evaluados, convertidos en influencers políticos, si ignoran que es la ciudad la que tiene que pagar semejante crédito, lo que implica que los “Juan de buena alma” quedaron bien con “avemarías ajenas”.
Unos aparatos que según la teoría “emovista”, ahora sirven para educar a los velocistas en cuatro ruedas, indicándoles que “este radar ya no te multa, pero te educa”.
¿Y cuántos se han “educado”, si ahora no faltan las denuncias por las altas velocidades que imprimen los “locos al volante” hasta por el carril derecho, rebasando, chateando y maquillándose, llueva o haga sol, de día o de noche?
Si “en arca abierta el justo peca”, por qué no quien sabe que ya no será multado al infringirá los rangos de velocidad.
¿No será que tarde o temprano terminarán por activar las multas, sea que mermando los rangos de velocidad permitida, espaciando más los radares entre uno u otro; pero haciendo que cumplan su función punitiva, así eso cueste una ilusoria reelección y dejar ser simpático y buena gente?
Una ciudad no puede darse el lujo de ver que 3 millones de dólares estén en unos aparatos “pintados en la pared”, solamente para satisfacer la demagogia de los “Juan de buena alma”, que ofreciendo atrapar al diablo, terminaron comprándole hasta el tridente y con plata ajena. (O)