A ver. Que te vistas fashion, que tengas un celu fino, que lleves un apellido de la high class, no quiere decir que te vas a pasar de vivo e incumplir con las ordenanzas municipales. Por muy carita bonita, hay que cumplir con la ley. Pero tal parece que, a unas señoritas que iban en el tranvía, no les pareció que el controlador verifique si tenían pasajes. No les gustó para nada los controles y lo amedrentaron. Pobre pana, lidiar con esa gentuza.
Chuta, es que en todo lado hay ese personaje que quiere pasarse de vivo. El sapo que se salta la cola, el que estaciona en doble fila, el imprudente que se pasa el disco pare o la luz del semáforo en rojo, el desquiciado que baja con su carrote las escalinatas o el elevado que va en contravía. Por suerte, no son todos. Los cuencanos somos cultos, respetuosos, colaboradores, no nos gusta hacer trampa. Por esas cualidades, la gente nos reconoce.
Pero las historias con el tranvía deben estar guardadas en algunas memorias. ¡Hay que documentarlas! Cómo nos vamos a olvidar del simpático abuelito que se estacionó en la mitad de las rieles del tranvía, para retirar una pizza. O los múltiples choques que han provocado conductores shunshos por dar giros inapropiados. Y para rematar, el borrachito que se quedó tirado en la mitad del recorrido, con ganas de conocer a su Creador.
Bueno. Entiendo que la crisis está dura. No es fácil hacer alcanzar el sueldo para todo el mes. Toca hacer unas chauchitas. Pero tirarse a propiote y usar los servicios públicos gratiche, es turro. Y lo más focazo es que traten mal a las personas que cumplen con su trabajo. Si no les gusta acatar las órdenes y están chiros, mejor hagan un poco de ejercicio, caminen; pero no se colen al tranvía sin pagar. ¡No sean sinvergüenzas!
Si estamos cansados de los casos de corrupción, de las coimas a los jueces, de los contratos con sobreprecio, del lavado de dinero, cambiemos nosotros mismos. Paguemos nuestras obligaciones y verá como llevaremos una vida más relax y sin pasar bochornos. ¡Pilas! (O)