La guerra israelí contra la franja de Gaza ha provocado más de 34.600 muertos y al menos 69.465 heridos, indicó el Ministerio de salud del enclave palestino. El 85 % de los gazatíes se convirtieron en desplazados internos, en medio de una gran escasez de alimentos, agua potable y medicinas. El 60 % de la infraestructura ha sido dañada o destruida según la ONU.
Como podemos ver la sombra de la muerte continúa su incontenible avance cubriendo prácticamente todo el territorio de Gaza. En el silencio de la noche los habitantes palestinos sueñan con un mundo mejor, sienten el tacto de los suaves dedos de la verdadera justicia, la que rosa sus labios y limpia las lágrimas de sus rostros, pero al amanecer abren sus ojos, el miedo los invade repentinamente y empiezan a escuchar el susurro de los ecos de la nada.
Niños, mujeres, ancianos, bajo los escombros de sus casas, o en la inclemencia del desierto, sienten que sus espíritus se sublevan contra las injusticias del gobierno de Israel, y sin sosegar la tempestad de sus corazones, sienten que les acompaña una voz celestial de paz que entre sollozos dice: Benjamín Netanyahu estamos solos y los crueles dardos de la vida en esclavitud y de su cruel genocidio nos acompañan, despedazan nuestros corazones y nos encadenan a nuestra propia tierra los grilletes de la libertad. ¿Cómo hombres como nosotros podemos ser capaces de encontrar alegría en fantasmas y sueños ofrecidos por gobernantes que se han eternizado en el poder?
La catástrofe humanitaria, junto con el llanto de los hermanos palestinos se funden con las nubes, y se desvanecen en el amplio horizonte de este mundo globalizado; los habitantes de Gaza claman a gritos frenéticamente, como niños hambrientos, abren sus brazos en todas las direcciones y lo único que escuchan, es el aire nocturno denso de humedad, acompañado de los ecos de la nada.
Los que amamos la paz, la justicia, la democracia y la libertad, muchas veces soñamos, y en nuestros sueños vemos manzanos en forma de cruz, pendientes de los cuales, como crucificadas, se encuentran las mismas, y de sus manos y pies brotan gotas de sangre que caen sobre flores marchitas de un árbol seco, con ramas que ya no se columpian a la dulce brisa, y en la que no construyen sus nidos los pájaros.
Los sobrevivientes de la masacre de Israel, miran en todas las direcciones, pero nada ven: salvo el espectro de la muerte de pie ante aquellos restos fantasmales; no escuchan nada excepto el gemido de lo inexistente mezclado con los graznidos de los cuervos revoloteando sobre las víctimas de la ley humana.
Los riesgos, el daño físico, el estrés, el miedo y el trauma son sólo una parte de los sufrimientos, que los habitantes de la franja de Gaza están experimentando en este conflicto. (O)