La dualidad de la soledad

Cecilia Ugalde Sánchez

La soledad es un estado emocional que todos hemos experimentado, pero su percepción y significado varían según el contexto y la experiencia individual. Paul Tillich en su libro The Eternal Now (1963) ya habló de que la soledad expresa la gloria de estar solo.  Como sabemos, hay muchos momentos en los que es eso precisamente lo que necesitamos y queremos, soledad para estar con nosotros mismos y con nuestros pensamientos, pero Tillich también hizo referencia al dolor de sentirnos solos, a esa soledad no buscada, aquella que no se trata de un estado enriquecedor y buscado por el individuo, sino a la soledad como un sentimiento de aislamiento y desolación.

Como lo expresó la poetisa Maya Angelou, «La soledad es la sublimación de la libertad», y es que la soledad puede ofrecer un espacio para la reflexión, la creatividad y el crecimiento personal, momentos en los que tenemos la oportunidad de conectarnos con nosotros mismos de una manera más profunda y auténtica, explorando nuestros pensamientos, emociones y deseos más íntimos. Por otro lado, la soledad también puede ser una experiencia dolorosa y desgarradora, como el psicólogo Erik Erikson mencionó en varios de sus estudios, la soledad y el sentimiento de no ser comprendido es la experiencia más dolorosa que podemos tener. Para Erikson la soledad, cuando se percibe como una ausencia de conexiones significativas con los demás, puede provocar angustia emocional y sufrimiento psicológico.

Definitivamente la calidad de nuestras relaciones interpersonales juega un papel crucial en cómo experimentamos la soledad, comprender su dualidad nos permite abordar la soledad con mayor compasión y empatía, buscando tanto la conexión con los demás como la autenticidad en nuestro tiempo a solas. (O)

@ceciliaugalde