De “perrihijos” y “popóperris”

Jorge L. Durán F.

Está de moda hablar de perrihijos, una palabreja acuñada para dar a entender que las parejas actuales dizque no quieren tener hijos o se deciden a tenerlos cuando la menopausia se acerca, pero tienen perros. Duermen con ellos en la misma cama, comen en la misma mesa, salen a caminar, van al cine, al “GYM”, al “Súper” al “Mall”. Visitan a los “suegris”, a los “amiguis”, a los “pa ”.

Si hay “perrihijos”, hay “perrinietos” y “perriabuelos”…

Tener un perro ahora es sinónimo de status social. No quieren pues cualquier perro, sino los finos, los de buen cruce, si son importados, mejor; los de lana suave, los “aniñados”.

Les miman, les besan, les abrazan, les acurrucan, les celebran los cumpleaños. Para ellos la mejor comida, la oportuna atención veterinaria, las mejores correas, el mejor vestuario. Ya no más salen las aseguradoras para perros (si no los hay ya), las funerarias.

“Cada loco con su tema” se dice. Digamos también cada generación con su tema; con sus modas y sus modos de vida también.

No soy “antiperruno”. Me gustan más cuando aúllan. No sé si los modernos aúllan. De niño, en mi casa hubo dos: Atún y Pongo. Qué nombres. Cómo aullaban, y más triste si presentían que los abuelos me contaban cuentos sobre lobos.

Ah, Atún y Pongo eran “runas”. También hay los “medio runas”. No están únicamente en el campo. No, qué va. Están en las ciudades, y por cientos vagan en calles, plazas, parques, mercados, ferias libres. Mendigan huesos, duermen a la intemperie, con algo de suerte junto a la espalda de un ebrio consuetudinario. Y cómo copulan.

Bueno y ¿a qué todo esto”. Es que Cuenca (no es la única) está llena de popó de perros, de todo olor y volumen, de finos y de runas. Es de ver nomás, salvo excepciones, que quienes los sacan a pasear, a trotar, simulan que lo recogen. Si lo hacen, “con funda y todo” lo echan por donde más puedan. Otros, nada, como si nada pasara.

En ciudadelas y urbanizaciones, la bronca entre el vecindario es por el “popóperri”. ¿Cuántas toneladas de excrementos de los “peludos” y de otras mascotas se producen al mes en la ciudad; y de ellas cuántas se “enduran” al aire libre?

¿Ven? Nada contra los perros. Más bien, pedir que reformen la ordenanza para prohibir que se tome en vano a palabra perro para referirse a situaciones como “esta perra suerte”, “lleva una vida de a perro”, “eres bravo peor que perro”, “eres una perra”, “hiciste una perrada”, “eres perra de trago”, “esos son los perros del alcalde”, “los hombres son como los perros”.

Sobre todo, que penalice a los que adoquinan la ciudad con el “popóperri”. Guau. (O)