El engaño más común

Marco Carrión Calderón

El llamado Síndrome de Estocolmo es una condición psicológica que se relaciona con las víctimas de secuestro quienes desarrollan una complicidad y un vínculo afectivo con su captor derivado del “buen trato” de este para con esas víctimas, una especie de enamoramiento de la víctima con el victimario. Muchos políticos inducen el síndrome de Estocolmo, a veces el candidato no se da cuenta que habla de la soga en la casa del ahorcado, es decir habla de inversiones, dinero, macroeconomía y satisfactores en la comunidad que tiene poco o no tiene nada. Así sucede que la población secuestrada por la pobreza, la corrupción y la inseguridad, llega a sentirse amiga e incluso sentir cierto grado de “cariño” por los personajes constructores de su desgracia.

La seducción del candidato al tocar un niño, tomarse una foto con la multitud que lo aclama, compartir los platillos típicos y favoritos de la región, escuchar a los líderes formales y morales, tiene un efecto psicológico en los buscadores del “mesías” que los habrá de librar del “pecado llamado pobreza”.

Las votantes (¿víctimas?) pueden llegar a creer que la suerte los favorece con su candidato, que no pudo haber otra opción mejor, y creer incluso que otros quisieran tener la misma suerte que ellos. A pesar de que existen formas de solucionar sus problemas actuales se comportan de manera pasiva encuentran felicidad al no hacer nada para librarse de su desastrosa situación, de la cual ciertamente no son conscientes en verdad. 

Estas son circunstancias que afectan claramente a grandes poblaciones, en diferentes partes del mundo actual en que se nos obliga a votar, a ejercer el “sagrado deber del voto” como dice, cínicamente, la engañosa palabrería seudodemocrática en la que se han vuelto expertos insignes esas gentes a las que llamamos políticos. Por eso resulta intolerable el espectáculo de gentes que, aun sabiendo que sus males no tienen solución, se vuelvan ciegamente admiradoras y apoyadoras de sus verdugos. Desgraciadamente ese es el mal y el problema. Está claramente definido y denunciado pero la solución es muy difícil; quizá estaría en la instrucción adecuada de los votantes, cosa muy dificultosa. (O)