El deterioro de la vía Cuenca-Girón-Pasaje semeja a una arteria humana afectada por varios cortes, cuyas suturas, si no son completas seguirán permitiendo el desangre.
Valga esta inusual comparación para recalcar sobre la realidad histórica de esta vía: su deterioro, debido a la falta de mantenimiento, destrucción de su capa de rodadura, reactivación de fallas geológicas y el aparecimiento de otras, al tráfico de volquetes de alto cilindraje para transportar áridos, y de tráileres para traer combustibles.
Son innumerables los “puntos críticos” a lo largo de la carretera. Son graves y peligrosos. Nadie repara sobre a cuánto ascienden los daños a los vehículos, peor las pérdidas económicas por el constante bloqueo, tampoco las derivadas del tiempo desperdiciado.
Ahora el Ministerio de Transporte y Obras Públicas ha contratado a la empresa Asfaltar EP por USD 1,5 millones para dar mantenimiento en 14 “puntos críticos”.
Durante el Gobierno de Guillermo Lasso se invirtió similar cifra con esa misma empresa, cuyos trabajos fracasaron tan pronto como se reactivaron las fallas geológicas. Estas se “tragan” todo cuanto las coloquen, y eso lo saben, a lo mejor no el MTOP, pero sí los usuarios de la vía y quienes habitan a sus dos lados.
Un equipo periodístico de El Mercurio, como en tantas otras ocasiones, recorrió la carretera para graficar su “eterno desangre”. Uno de ellos a solo 200 metros del ingreso al centro cantonal de Santa Isabel; otro, a la altura del Parque Extremo, similar a un chaquiñán de tercera.
Suficiente con leer el testimonio receptado por usuarios y moradores como para avergonzar a un Estado indiferente con la vialidad azuaya, y cuyas “inversiones”, dizque para mitigar los daños, significan taponar pequeñas aberturas de la arteria referida.
Ojalá duren. Ojalá paren los derrumbes. Ojalá las fallas geológicas se detengan, como quien se conduelen de la paupérrima vialidad del Azuay.