Desde muy pequeños, nuestros seres más cercanos nos solían hacer la famosa pregunta: ¿Qué quieres ser cuando seas grande? Y, como era de esperarse, las respuestas podían venir desde la idea de una profesión como bombero, un astronauta o alguien que pueda divertirse mucho mientras realiza su trabajo; claro está, siempre había algún adulto que encaminaba su contestar hacia profesiones de supuesto enganche rápido y contundente en la sociedad, como un médico o un abogado.
Con el paso del tiempo uno va concibiendo que todos aquellos deseos de llegar a las estrellas en una nave espacial comienzan a desvanecerse y mágicamente, aquellas profesiones que nos heredaron o nos sugirieron van tomando cada vez más fuerza, hasta que llega el momento culmen de la etapa colegial y debemos decidir por primera vez en nuestras vidas sobre un tema verdaderamente trascendental.
Mas allá de lo que suceda con la trayectoria profesional de un ser, valdría la pena analizar si es que nosotros modificamos nuestras “sugerencias” a las generaciones venideras y, cuando acompañemos una insinuación a la consulta “que quieres ser cuando seas grande”, podríamos enfocarnos en aquella parte tan sutil pero de profundo calado en la sociedad, al emitir respuestas como: deberías ser un buen ser humano, una persona de bien, un ser solidario con su entorno, o simplemente alguien que en su futuro se dedique a mejorar las condiciones de todos quienes transitamos por el planeta. ¿no le parece que eso si fuese un verdadero querer y deber ser? ¿y un verdadero consejo? (O)