¿Buscamos la verdad?

David G. Samaniego Torres

Creo que no. Esa cacería no forma parte del entretenimiento de muchos.

Pocos entendemos qué es verdad y qué es mentira. Divaguemos al

respecto. Acompáñenme, por favor.

En palabras muy sencillas digo la verdad sobre algo cuando mis palabras

describen exactamente la esencia de ese algo mencionado, es decir lo

que dicho algo es. Mentimos cuando intencionalmente no hablamos o

describimos aquello que vimos, sino que inventamos algo o

transcribimos una interpretación de un tercero, ajeno a la verdad.

Escribir sobre este tema no me agrada, pero es necesario hoy, más que

nunca, ¿por qué?

Hemos llegado a un nivel tal de ligereza y superficialidad que omitimos

cotejar lo escuchado o leído con la verdad, es decir con la esencia de lo

mencionado. El proceder ciudadano, en la forma descrita, nos lleva a una

realidad en extremo dañina y peligrosa: estamos perdiendo la sana

costumbre de averiguar si algo que se difunde es verdad o no. Es penoso

que nos hayamos convertido en difusores de noticias que las

escuchamos y, a su vez, las propalamos sin que hayan pasado por la

criba de la verdad: aquella que permite que la mentira quede en el

cedazo y solamente pase lo verdadero.

Han surgido, o mejor, proliferan hoy una cantidad de canales de

información que trabajan de espaldas al honor, a la verdad, a la

necesidad de informar y, de esta suerte, quienes consumen estos

productos van perdiendo, sin percatarse, la capacidad de análisis de

aquello que reciben. ¿Qué hacer en este caso? Muy poco. Resulta muy

difícil convencer a alguien de que aquello que ha escuchado no es verdad

porque su mente fue formada bajo otros cánones y carece de la

posibilidad de autoanálisis para saber si lo oído o leído es o no verdad.

Este fenómeno se ha difundido tanto que es difícil proponer un paso

hacia atrás. ¿Qué hacer entonces en nuestro querido y sufrido Ecuador?

Pensemos que Ecuador no es un producto de consumo, un producto

perecible. Ecuador es la patria en la que nacimos, es nuestra madre-

patria. Estamos obligados a pensar en las nuevas generaciones, en dar

un vuelco a nuestro sistema educativo, a volver a formar ciudadanos e

hijos querendones de su madre-patria dispuestos a no permitir ultrajes

y desafueros. Hoy nuestra patria ha sido pisoteada, ultrajada y

menospreciada en todo sentido. Renacer debe ser la consigna. Ahora o

nunca. (O)