Ancianato

Una ventana parecía ser el cuadro eternamente mirado por la anciana. Su atisbo parecía tener un especial embeleso con la visión de unos escasos metros y que terminaba en un paredón rígido, donde esos ojos pardos clavaban su escrutinio en los entramados rítmicos de los ladrillos. Más aquí que allá, una canosa dama enjuta casi caquéctica, urdía en un tejido que nunca acabaría y no quedaba ni una brisa de aquella bella mujer de ojos rasgados, cabellera negra y esbelta figura que conocí muños años atrás en su plenitud.

Doblada una pequeña esquina, dos ancianos trataban de jugar algún juego, cuyas pausas entre carta y carta, terminaba siendo una eternidad sin límite ni consideración.

Dramas humanos que coloca el final ante una realidad cruda y lacerante a tomar en cuenta. Ancianato limpio y con estándares de buen cuidado y alimentación a los viejecitos, pero de elevados costos, capaces de solventar solo algunos que lograron tener un respaldo económico en su vida o tener hijos que les ayuden en su final. ¿Y los otros? ¿Aquellos pobres que lo único que tienen es el manto del cielo y la luna? ¿Existe en el Ecuador un verdadero aporte del estado o de la seguridad social para cobijarlos?

Años atrás, muchos años, cuando médico rural hube de ser alarmado por algo que inicialmente fue una noticia dantesca. Le tienen encadenado allí en su casa, ya muchos años. Vistiendo mi armadura y lanzas de Quijote fui y encontré un hombre, aun joven, atado su abdomen con una cadena que le dejaba ya una costra como señal en su vientre. Me dejaron verlo y antes de que yo blandiera mi rebenque justiciero, sus padres me explicaron que tenían que vivir y producir y que les tocaba salir al trabajo diario para solventar gastos mínimos casi miserables y dado el caso ¿qué podían hacer con el oligofrénico que una vez suelto, si era un vendaval sin freno? ¿El estado contempla estos casos para ayuda cierta y verdadera?

Realidades monstruosamente ciertas. Ancianos con su carga de soledad y desvarió, con recurrentes temas e ideas recogidas en las riberas del camino. Muchos olvidados, desvalidos, pobres indefensos, que colocan a sus familiares ante un drama insostenible. Final de muchas vidas de producción de simple mantenimiento, sin recursos ni ahorros. Crueldad del tiempo que pasó sobre ellos sin mirar futuro. Enorme mar en cuyas aguas todos nadamos, unos con boyas de salvataje, otros con pesos en pies y manos. Hora de revolucionar un cambio en bien de estas bellas gentes de ayer y hoy un guiñapo obnubilado. (O)

DZM

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social con experiencia en coberturas periodísticas, elaboración de suplementos y materiales comunicacionales impresos. Fue directora de diario La Tarde y es editora.

Publicaciones relacionadas

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba