Entre las diversas críticas que se realizaron como parte del análisis del Informe a la Nación presentado por el presidente Noboa, la que más ha generado coincidencia en la opinión pública (luego del tamaño de los zapatos) ha sido la falta de precisión en los pocos datos presentados.
La rendición de cuentas, como deber constitucional de los gobernantes, puede variar en ciertos aspectos del formato, incluir el recurso audiovisual, ser flexible en la extensión, e incluso combinar el contenido con la superficialidad de la frase de efecto y el dato de gestión. Pero lo que no puede hacer es faltar a la verdad y a la ética.
Quién miente se vuelve poco confiable. Lo dice la sabiduría popular que traslada a fábula la enseñanza de valores para que no olvidemos el valor de la palabra. El cuento del pastorcito que gastaba bromas a sus vecinos alertando sobre la presencia de un lobo ficticio hasta cuando la amenaza fue real y no hubo quien le auxilie porque no le creyeron, sirve para explicar el peligro que enfrenta el mandatario y su gobierno.
En política, como en la vida, la pérdida de la credibilidad está asociada con la aprobación de la gestión. Si el gobierno no cuida el contenido de la voz presidencial, es probable que además de gobernar vía TikTok, este presidente sea caracterizado por hacerlo con verdades a medias, imprecisiones o, directamente, datos ficticios.
La pérdida de credibilidad se volverá un problema gubernamental cuando, como le sucedió al expresidente Lasso, el gobierno pierda capacidad de movilización política, influencia y gestión debido a que, como al pastorcito, a Danielito, así venga el lobo, ya nadie le crea. (O)