Hoy, los hombres de negocios tienen gran relevancia mundial, algunos además son políticos y gobiernan países. En sus campos de acción generan riqueza a partir de ideas y emprendimientos. En ese proceso, se requiere de otras personas que trabajen con ellos, lo que significa creación de fuentes de ingreso para millones de ciudadanos que se desarrollan conectados con la industria, los negocios y el capital.
Este modo de vida social empezó a prosperar con la Revolución Francesa en el siglo XVIII, se fortaleció con la Revolución Industrial que tuvo lugar en la misma época y ha alcanzado su punto más alto en la contemporaneidad.
La producción, la innovación, la explotación de los recursos naturales y también -en muchos lugares del mundo- de las personas, permitieron el advenimiento de una cierta forma de desarrollo y, como correlato, contribuyeron de manera determinante con el modo de vida actual, en el cual el calentamiento global, es el resultado más negativo de una cultura entregada a la insaciable búsqueda de nuevas formas de poder.
Antes, el valor de las personas estaba fundamentado en características como la erudición, la aproximación a las bellas artes y una cierta forma de ser, producto de una educación sofisticada. Los mercaderes eran considerados inferiores.
Para algunos pensadores clásicos, los negocios, si no tenían a la justicia y al bien común como elementos sustanciales, eran conceptuados como inmorales y despreciables. Aristóteles, Platón o Adam Smith entre otros, rechazaron la búsqueda de la riqueza como un objetivo en sí mismo y condenaron la explotación de la gente y de la naturaleza.
En Ecuador y en Cuenca, en el siglo XIX y en el XX avanzado, los personajes destacados tenían particularidades emparentadas con el humanismo, las artes y las virtudes cívicas. Montalvo, Peralta, Crespo Toral, Malo, Carrión, Carrera Andrade y otros desarrollaron sus vidas, deslumbrados por el conocimiento.
El futuro ideal -siempre posible- debería producir un modelo de sociedad en el que la industria y las letras coexistan adecuadamente. Hoy, aquí y en el planeta, la supremacía la tiene el mundo de los negocios. Es necesario un nuevo equilibrio. (O)