Niños, niñas y adolescentes, ¿conocen cuáles son sus derechos; y si el Estado, sus padres y demás estamentos de la sociedad los respetan y los aplican?
En el caso del Ecuador, el Día Internacional del Niño se celebra el 1 de junio de cada año.
65 años después de la Declaración Universal de los Derechos del Niño, y 35 de la aprobación de la Convención de estos Derechos, cada país hará hoy su evaluación sobre una agenda rica y justa en contenidos, pero no necesariamente aplicada al pie de la letra.
En el caso del Ecuador, la inequidad social, la profundización de la pobreza, la emigración irregular cada vez más creciente, en los últimos años el auge delictivo, el femicidio cuyas consecuencias son menores en la orfandad, la separación de los padres, constituyen realidades poco o nada alentadoras como la celebrar tan importante fecha con optimismo y alegría.
Se suma a esa lista la desnutrición crónica infantil, la deserción escolar, la pederastia, el mal uso o uso exagerado y sin control de las redes sociales; y lo repudiable, el reclutamiento de menores por parte las organizaciones criminales.
Cada autoridad, comenzando por el Ejecutivo; en cada hogar, en las instituciones del sistema educativo, en las entidades prestadoras de servicios públicos y privados, como reza el adagio popular, “deben llevarse la mano al pecho” para analizar si los tantos derechos estipulados en la citada Convención los aplican pero de verdad.
En el campo legal, el Código de la Niñez y Adolescencia tiende a un correcto e integral desarrollo de la infancia; pero, asimismo, urgido de llevarlo a la práctica.
Celebrar el Día Internacional del Niño conociendo cuáles son los derechos, si son o no respetados, debe ser hoy la prioridad, más allá de los programas sociales preparados por la fiebre consumista, o los saludos melosos, sobre todo de los políticos.
Ningún derecho puede exigirse si no se lo conoce; pero también los deberes.