Es efímero de Ephémeros, vocablo griego bizantino que significa “en un día”. Es lo fugaz, lo pasajero, transitorio y momentáneo. Por lo citado, la fiesta fundacional de una ciudad es una efeméride.
La vida es hermosa y por ello efímera, como el rocío mañanero que desaparece con el sol o el soplo de Eolo en forma de sutil brisa. La vida es como la floración de un Guayacán, que la esperamos, disfrutamos, luego envejece y desaparece. También es fugaz la ansiada moda.
La presencia de un avión en el firmamento, o el barco en el océano, el trueno del rayo, o el paso del tiempo como invención humana y el puente entre éste mundo y la eternidad. Estamos tan de paso, que no le prestamos importancia y no somos conscientes de lo efímero que es todo, que somos y que la vida es. Valoramos lo perdido y no lo que está en nuestras manos.
La vida es efímera y frágil, pero preciosa y muy significativa, aunque sea corta, aunque termine inevitablemente. Aunque no sea más que pasajera, es de gran valor. Y con eso en mente, puedo preparar una expresión de simpatía que dé cuenta tanto del significado de una vida vivida como de la tragedia de una vida perdida, o del dolor de una vida que ha terminado.
La vida es bella y la belleza es tan breve como fugaz, tan pasajera como perecedera y lo no perecedero es lo espiritual, lo interno, lo no banal. Somos lo que hemos compartido, somos lo que hemos servido, somos lo que dimos con la una mano sin que sepa la otra. Somos lo que no fue acompañado por la prisa ni la ansiedad, lo que se imprimió con tinta indeleble. Somos la marca de una sonrisa y la felicidad generada, somos lo que servimos a los demás, somos lo que nuestro yo, supo compartir. Somos lo que no malgastamos y es efímero lo que se muestra poco relevante, lo superficial y sin fundamento.
No somos conscientes del poder y de la significación de nuestro tiempo y el que nos falla y roba nuestro tiempo es quien no nos valora. Y no hacemos nuestro lo efímero que es todo, muy particularmente los regalos de la vida. (O)
