Los maestros pueden cambiar vidas con la mezcla correcta de tiza y desafíos, sin duda esta sería para mí la frase que define el legado que nos deja el Doctor Jorge Morales Álvarez, distinguido catedrático de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad del Azuay, mi querida alma máter.
De los muchos homenajes que él se merece, es haber declarado tres días de duelo por parte de la Universidad del Azuay. La academia ha perdido, Cuenca ha perdido unos de sus ilustres hijos. El doctor Jorgito, como cariñosamente le llamábamos quienes tuvimos la suerte de ser sus estudiantes, se destacó no solo como un excelente maestro universitario y decano. El fue más allá de enseñarnos Derecho Civil, él nos enseñó a vivir con ética, con pasión y excelencia. No solo formó abogados, formó personas con valores.
Nos enseñó a esforzarnos en el estudio de su cátedra, quienes ahora lamentamos su partida jamás olvidaremos los momentos de nervios que nos invadían cuando este distinguido maestro sacaba papeles con nuestros nombres de una funda de plástico que él guardaba en cada clase, así nos tomaba la lección todos los días. La puntualidad era su característica fundamental y por ello nos exigía lo mismo, era en serio y era en broma cuando le pedía al último estudiante en entrar al aula que -eche candado- a la puerta. No solo nos enseñó Derecho, también nos enseñó a repetirlo y recitarlo con elegancia y decisión, cuando nos pedía que nos pongamos de pie y hablemos en -alta, clara y pausada voz-. Nos marcó la vida, y seremos varias generaciones las que hablaremos de su legado y su amor a las juventudes. Que en paz descanse Doctor Jorgito. (O)