La justicia social

Marco Carrión Calderón

En este mundo hay una inmensa mayoría de personas que quisiéramos que haya más justicia. Ciertamente que esto no les importa a muchos, especialmente a las personas que viven con una gran comodidad. Sin embargo, la verdadera justicia no existe, sobre todo para quienes viven en lugares y condición es de enorme pobreza como casi toda África,  gran parte de Asia y América Latina.

Debería haber más justicia en el mundo a pesar de que los políticos se llenan la boca hablando de eso ¿Cómo puede ser así si los pillos y los ladrones son los que viven mejor que la gente honrada en condiciones de evidente injusticia? La gente pobre y desventurada sufre la injusticia de no tener lo suficiente para vivir, para educar y alimentar a sus hijos, para curar adecuadamente sus enfermedades. Ellos, precisamente, son quienes tienen esa “hambre y sed de justicia” de que habla el Evangelio y tendrán que seguir esperando y clamando, sin esperanza, hasta su muerte.

¿Habrá justicia en un mundo y en un país en que quienes deberían permanecer en las cárceles pagando los latrocinios han conseguido la libertad mediante la utilización de jueces que venden sentencias exculpatorias sin un ápice de vergüenza? Parece que seguirá la avalancha de solicitudes de ese tipo ante la vista y paciencia de aquellos que tienen “hambre y sed de justicia” y que deben seguir en las cárceles por delitos mucho menores que los de los que consiguen la excarcelación bien amparados por poderosos padrinos y ante la mirada tímida de una opinión pública que no atina cómo hacerse respetar.

Los que tienen hambre y sed de justicia han esperado por muchísimo tiempo que eso se cumpla y que no sea solamente para que los poderosos vivan bien, cómodamente, con elegancia inconcebible y con todo cuanto sea hasta innecesario. Allí hemos visto a Carlos Pólit y su familia en lujosos edificios en Miami gracias a los sobornos recibidos durante el correato y que la alimentación necesaria para las familias no llega nunca. Quizá la justicia de Estados Unidos haga lo que la nuestra es incapaz de hacer: mantener en la cárcel a esos pillos. ¿Vale todavía la antigua excusa, proclamada por el clero, de que el sufrimiento por la injusticia es la “voluntad de Dios”? (O)