Presidente Daniel Noboa A.

David G. Samaniego Torres

No sé presidente, si le refieran comunicaciones a usted dirigidas. Una respuesta es mucho

pedir, en estas horas. En todo caso, nada se pierde; lo hago en El Mercurio, diario de mayor

antigüedad que nosotros dos. Ecuador en estas horas es un enfermo muy grave, con

diagnósticos preocupantes. Henri Kronfle, presidente de la Asamblea, declara que: “Estamos

cansados, preocupados y desesperados por lo que está pasando en el país”. Me apena y me

duele demasiado coincidir con el presidente de la Asamblea, porque, literalmente, eso y algo

más sentimos los de a pie, desde hace mucho rato y, lo peor, no sabemos hasta cuándo.

En las circunstancias descritas quisiéramos saber: ¿cuál es la preocupación y angustia de

Daniel Noboa A.? Nos gustaría oír de sus labios que frente a extremos males usted busca

extremos remedios, porque reconoce que el timón de la barca del estado está en sus manos,

y que a usted, junto a su equipo de soñadores de un mejor Ecuador, que debe tenerlo, le

toca capear el temporal que nos agobia, lastima y coloca en peligro de una irreparable

tragedia.

Unas preguntas, presidente, cuyas respuestas puedo anticiparlas: ¡Claro que sí, esa es mi

responsabilidad!, nos dirá. ¿AMA AL ECUADOR, presidente? ¿Está dispuesto a dar su vida por

la seguridad, por el presente y futuro de la patria? ¿Qué le preocupa más en “el hoy de cada

día” que vivimos?

Divaguemos. Inmerecidamente, presidente de Ecuador soy yo: dgst. Tengo un vicepresidente

mal escogido, temo por una zancadilla si lo regreso del lugar a donde le envié. En febrero del

2025 se elegirá al nuevo presidente de Ecuador. Para terciar yo como candidato debo

encargar la presidencia y desentenderme del Ecuador que tanto quiero. Anoche decidí no

presentar mi candidatura y buscar a una persona idónea que me reemplace. Ya habrá

tiempo para reelecciones (para usted sí, para mí: ya no). Mi decisión está acorde con mis

convicciones: primero la patria, después mis anhelos. Ecuador necesita: seguridad, paz,

buena educación en los centros de formación, continuidad en este corto gobierno, lucha

anticorrupción, destierro de alianzas suicidas. Necesitamos volver al imperio de la sensatez,

del respeto a las sanas costumbres y tradiciones, de vigencia del honor y a la aniquilación de

grupos emparentados con las mafias y el vandalismo. El presente le necesita, Presidente.

Coincido con Simón Pachano en ‘Para evitar el terremoto.´ (O)