Léase cantando

Tito Astudillo S.

El cantarino dialecto es uno de nuestros rasgos distintivos y constitutivos de identidad y pertenencia, no obstante, como refiere Encalada Vásquez, no es patrimonio endémico, ya que cada pueblo canta, en su forma, su lengua al entonarla (Encalada Vásquez, 2016) .

El acento, entendido como el factor diferenciador de la pronunciación de una sílaba sobre las demás provoca un efecto agregado que genera rasgos distintivos, es la cuna de dialectos que fortalecen las identidades de los colectivos, en el austro; el cantarino cuencano se enriquece, además, con un diccionario propio, lengua en que podríamos expresar, narrar o relatar entre nosotros y para nosotros…

¡Pucha, puchicas, puchicanas! Sabido nos salió el ñuto zoquete, taroso hecho el gara, hecho el salsa, pero así pasa cuando sucede y haciéndonos la yuca nos sacó gabela y, como no se ahueva, nos pasó en curva…

Idiay hecho un tispo salió el longo trompudo a gritarle roñoso, “safa -le dijo el suco- que yo tengo acolite de los yunai, así que quizha quizha no te me hagas el sabido”.

“Adrede le escogimos -andan diciendo por la llacta- tupido nos salió el huambra, es un cuy de vivo, puro chendo es, dos días nos mandó a mashar…”

Y así de chaucha de un pitag, como dizque acabó billete, nos subió el iva, quedamos chiros, ¡parece chendo! Ni nos requemamos, ni sulfuramos nada, más bien salado baños quedamos hecho cera, yaura viene la yapa, porque así, sin más, como si fuera uyanza de los prada, aura le toca a la gasolina…

¡Caracho, carajo, caray, caráspita!, hasta parece adrede, porque encima más y como enantes, con el cuento del aquí puse y no aparece nos dejó boquiabiertos, choleados, ninguneados, con el chuchaqui seco de la fiesta ajena. (O)