Literatura escrita por mujeres en el Ecuador: raíz y proyección (II)

Aníbal Fernando Bonilla

Sin embargo, de tal limitante, a más de los nombres señalados sobresalen otros: Gerónima

de Velasco, Magdalena Dávalos Maldonado. Luego, de vasto pensamiento y accionar

libertario, Manuela Sáenz, Manuela Espejo, Manuela Cañizares, Rosa Montúfar, Rosa

Campusano. Y ya atravesado el siglo XIX: Pastora Alomía Delgado, Josefa Mercedes

González, Aurelia Cordero Dávila, María Piedad Castillo, Mercedes González de Moscoso,

J. Amelia Narváez, Jacinta P. de Calderón, Antonia Mosquera, Carolina Febres Cordero,

Dolores Flor, Dolores R. Miranda, Dolores Sucre, J. Amelia Narváez, Lucinda Pazos, entre

otras. Y, por supuesto, con sobrado merecimiento: Dolores Veintimilla de Galindo, Marietta

de Veintemilla, Rita Lecumberri, Zoila Ugarte.

Extenso y complicado recorrido ha sido el que las mujeres se han visto obligadas en su

tránsito para que su voz sea escuchada. Volviendo a los antecedentes pretéritos, Richard

Jiménez Almeida en Distintas miradas – Poetas ecuatorianas (Quito, 2022) corrobora que:

“Las mujeres en la América hispana eran educadas para el servicio religioso o el

matrimonio, no para participar en la vida política, económica o cultural”. En sí, como ya se

advierte, el escenario público fue vedado para que las mujeres pudieran insertarse en el

aporte y toma de decisiones, siendo patético que el ingreso a las aulas fuera a cuentagotas.

Esto conlleva a plantear que nuestras sociedades se organizaron desde un modelo

dominante que privilegia y perpetúa las estructuras de poder y roles de género patriarcales,

redundando de manera directa en la agenda social, cultural, política y económica. Lo que

implica que los hombres erróneamente se autodefinan superiores a las mujeres, y asuman

una autoridad malentendida, cuya repercusión se da en la configuración desigual de

espacios de participación, en donde los varones pugnan por cooptar la mayoría del control

estamental.

Jiménez Almeida señala que apenas “A finales del siglo XVIII se comenzó a pensar con

seriedad en transformar la condición social de las mujeres mediante la educación y el

trabajo”. (O)