Celebración del maíz

Tito Astudillo y A.

Con una alforja de maíz, en sus cabalgaduras, los conquistadores avanzaban seguros porque este grano; crudo, cocinado, tostado, molido, fermentado, en fin, el maíz ofrecía una gama de posibilidades alimenticias y la seguridad de “no morir de hambre”, decía Napoleón Almeida sabia y humorísticamente, dos cualidades que van muy bien con la genialidad, al comentar cómo este producto nativo contribuyó con la conquista de los pueblos andinos.

Demás sería alargarnos en la importancia de este producto en la alimentación de los pueblos autóctonos si sabemos que era el eje central de una cultura agrícola expresada en la chacra e íntimamente ligada a su cosmovisión y celebrada a lo largo del ciclo productivo como en la preparación de la tierra para la siembra con rituales dedicados a la Luna Killamama y a la Tierra Allpamama, deidades generadores de vida; y en la cosecha, su apoteosis festiva con el Inti Raymi, de “Inti sol y raymi baile, por extensión fiesta” de agradecimiento al Inti Tayta por fecundar el suelo con su calor y a la Madre Tierra por germinar y madurar sus frutos, como analiza Carlos Álvarez Pazos en su libro “Saramama, la cultura del maíz”; celebración de integración comunitaria y reciprocidad, que desde tiempos del incario trasciende y se sigue ofrendando en el mes de junio.

En tiempos de cosechas en muchas comunidades andinas, se realizan celebraciones locales del maíz, previos al gran Inti Raymi, como este fin de semana, sábado y domingo, en la parroquia Cojitambo, la Fiesta del Maíz o Festival del Maíz, con una variedad de eventos artísticos, feriales, galantes y gastronómicos, que se inició el sábado con una caminata al cerro  Cojitambo y en su complejo arqueológico, como centro ceremonial, alrededor de una gigante estrella andina, Chakana, elaborada de flores y frutos de la chacra, “taitas y mamas” oficiaron una ceremonia ancestral de agradecimiento a sus deidades cósmicas por la feliz culminación de un nuevo ciclo de cultivo del maíz. (O)