“El sistema de energía del país está en crisis”. Esta fue la frase expresada por el ministro de Energía (e), Roberto Luque, tras el apagón masivo ocurrido el pasado jueves.
Durante largo tiempo los ecuatorianos nos acostumbramos a los “cortes de energía programados”, es decir los “apagones”. Con algunas intermitencias se han superado gracias a las constantes lluvias en las cuencas hidrográficas donde se localizan las centrales hidroeléctricas.
Pero nadie esperaba un apagón masivo, es decir, el colapso total del sistema eléctrico, algo no experimentado desde 2016.
¿Sorpresivo? Ni sí, ni no.
El Plan Operativo del Sistema Nacional Interconectado (SNI), elaborado por el Cenace y actualizado en abril de 2024, ya dio una señal: la operación del SIN “se encuentra degradada” y sin recursos. Esto impide dar un servicio eléctrico “con los criterios de calidad, confiabilidad y seguridad”.
El jueves, según explicación del Ministerio de Energía, colapsó una de las líneas de transmisión, aparentemente la Zhoray Milagro de 230 mil voltios, generando desconexiones en cascada de otras.
Y así, todo Ecuador se quedó sin energía eléctrica, algo inaudito de creer a estas alturas del siglo XXI, demostrando cuan vulnerable está el país en esta área.
Según el Cenace, el déficit de electricidad eleva el riesgo de desconexiones por fallas en transformadores, líneas y subestaciones eléctricas; igual, los cortes de luz programados para evitar daños en estos sistemas.
De allí la frase del ministro Luque. Sí, el sistema de energía está en crisis. Lo estuvo desde hacía muchos años; pero en el país de la inmediatez, del cortoplacismo, todo se toma a la ligera.
Es más, se advierte, como advertidos estuvieron los últimos Gobiernos; pero no asumieron su responsabilidad, no intervinieron de manera oportuna para dar mantenimiento a los sistemas de operación y transmisión.
La grave crisis eléctrica, quien sabe si ya no supera a la derivada por la inseguridad.