Las terrazas en los edificios cuencanos, desde cualquier ángulo de la ciudad, ofrecen vistosas panorámicas, unas más otras menos, y algunas incluso una perspectiva general como la terraza del Paseo del Río. Desde ahí, una tarde de sábado, mientras la familia disfrutaba de un cumpleaños infantil en su sede social, me entretuve reconociendo en el horizonte circundante de la urbe, míticos cerros, colinas y tradicionales miradores de Cuenca.
Y ahí estaban: Ictocruz, Loma de la Cruz y en mayo de la constelación de la Cruz del Sur; el Boquerón, un balcón para mirar ciudad y cielo a la redonda; Turi de cúspide gemelar, el más tradicional mirador de Cuenca; el cerro Monjas, imponente centro de espiritualidad y contemplación; el Calvario, tradicional por su ritual del Viernes Santo; los míticos Tutupali, Nero, Yanasacha, Chachahuayco, Barabón, Huilquiurco y Pallcahuayco; Mazán, Bosque Protector y Área Ecológica de Conservación; El Cajas de las «mil y un…» lagunas, Parque Nacional y Patrimonio Natural; los arqueológicos Cabogana y Pachamama con su impresionante mirador a los valles de Cuenca, Azogues y Déleg al Cojitambo y Abuga; las colinas Molle, Chocarsí y Plateado de importancia arqueológica y paleontológica; el Curitaqui y Huahualzhumi con su imponente panorámica del gran valle austral; Nulty, arqueológico (Qhapaq Ñan), artesanal y paisajístico; Cabullin y en sus cercanías el Bioparque Amaru; Rayoloma, loma de aguaceros y rayos; Gapal cortado por la quebrada homónima y ventana al bosque protector Aguarongo.
En muchos de estos componentes naturales de nuestro paisaje, tal vez por más cercanos y accesibles, se han encontrado vestigios arqueológicos, cañaris e incas que, sumado a su posición estratégica, a su singular belleza, cercanía al cielo y deidades cósmicas vernáculas, se les considera Santuarios Andinos de Altura, particular componente cultural que progresivamente van convirtiéndose en nuevos destinos para investigadores, místicos, paseantes, montañistas, ciclistas y turistas. (O)