Don Gustavo Vega

Edgar Pesántez Torres

Siempre preferí el trato de don para los ciudadanos distinguidos y el de señor para los

habituales, porque si éste es usado en el mundo de los negocios y las formalidades de cortesía,

aquél se asocia a un mayor grado de respeto y distinción, aunque venga de la misma raíz

“dominus”. Así se antepone a Miguel de Cervantes, Miguel de Unamuno, Juan Montalvo y

muchos otros que coincidían en que la libertad sólo se da a través del conocimiento. Le doy el

mismo trato al erudito y sabio cuencano, en viendo similitudes actitudinales e intelectuales

con el bilbaíno autor de “La dignidad humana”, también rector y escritor, quién además

expresaba que cuando “siente el pensamiento, piensa el sentimiento”

Cuando el maestro-amigo, adornado de títulos por universidades nacionales y extranjeras y

uno especial de “Buena Persona” concedido por el pueblo en consideración a sus códigos de

conducta, me invitara a la presentación de su nuevo libro “La Universidad. Sustancia y

Circunstancia”, me enaltecí con espíritu de discípulo y me ilusioné por asistir, en la certeza que

sus disertaciones, coloquios, presentaciones, prólogos, introducciones… son magistrales,

superiores a aquellas que se pagan más para aplaudir que para nutrirse.

El 10 de junio en el Aula Magna de Medicina ofreció su disertación “Ya no me quedan conejos

en la chistera” al presentar su libro de 725 páginas. Fue una conferencia soberbia para tener

una relación viva sobre algunos aspectos de la civilización y la cultura. Don Gustavo Vega es un

hombre sabio, quien motivó al auditorio a conocer sobre sobre el saber de la antigüedad, la

epopeya de la modernización, las revoluciones y la democracia, el conocimiento de la música,

la literatura, el arte a través de las grandes obras, la ciencia, la filosofía, la batalla de las

ideologías, cosmogonías y teorías y ¡cómo no! la advertencia hacia dónde debe ir la educación

universitaria.

Hasta en el arte de Cicerón y Quintiliano es suficiente el maestro-amigo, pues, la media hora

de disertación es suficiente para un nuevo libro. Volví a escuchar al erudito, a quien le quedan

muchos conejos en su chistera y a su vez acordarme del célebre escritor peruano Bryce

Echenique, quien, en el Salón del Pueblo, nos tuvo alrededor de dos horas agitando las manos

en demostración de beneplácito y conminación a que siga conferenciando. Don Gustavo es

congénere de los Hopi (elegante y de buenas costumbres) y su obra “endomino” (continente y

contenido) es para asimilar en paz y calma. (O)