Que baje el telón

David G. Samaniego Torres

Los que venimos de un ayer, un tanto lejano, tenemos vivencias que permanecen en nosotros, como propiedad, porque nos llegaron atadas a circunstancias que vivimos, muy distintas, inclusive para quienes compartieron la misma época, pero en ambientes disímiles. Esto pasó siempre, en todas las épocas y en diversos recodos. Procedemos de una cepa común, de una época igual, pero con recuerdos y añoranzas dispares.

Sígsig, cantón azuayo, a inicios y mediados del siglo anterior tuvo gente dedicada a presentar obras teatrales en sus diversas formas: comedias, sainetes, dramas. El padre Luis Moreno, salesiano, fue uno de sus directores y don Isaac Reinoso el artista que pintaba telones de fondo dando al lienzo el sello de la realidad con un fuerte cariz humano. ¿Para qué todo esto? Para ponderar la presencia salesiana en Sígsig y su culto a todo lo humano: teatro, grupos musicales, deporte, excursiones, concursos de lectura y ortografía, es decir, un apego a todo lo humano y al desarrollo de las potencialidades de la niñez y de la juventud. Nunca olvidé el drama “El Conde de Montecristi”. Recuerdo que ya dentro del teatro todos esperábamos el momento en que EL TELÓN SE LEVANTE y la obra anunciada se ponga en escena. Al final caía el telón: el arte era aplaudido, nuestra curiosidad satisfecha y de a poco en poco cada presentación nos hacía un poco más cultos, enriquecíamos nuestra mente, mejorábamos nuestra calidad humana.

Vivo mi otoño alejado de esos enjambres humanos que me regalaron ganas de vivir y de ser útil, al mismo tiempo. Mi actividad docente, ya sea como maestro de aula o directivo, buscó siempre estar cerca de la  niñez y de la juventud, palpar sus inquietudes, satisfacer sus anhelos y hacer de ellos personas decididas a vivir conscientemente  sus vidas. Formar juventudes orgullosas y responsables de su masculinidad fue una de mis motivaciones. No estuve equivocado. Las manos de exalumnos que estrecho hoy, así lo atestiguan.

El gran escenario patrio tiene demasiados telones que esperan ser abiertos para nuestra tranquilidad y esperanza. La niñez y la juventud requieren que baje el telón y que puedan ver, admirar y apreciar el futuro hacia donde se dirigen. Todos nosotros necesitamos retomar el timón para que caigan los telones de la maldad. Vivir en un mundo en el que la vida, cada día, está en riesgo, ‘no es vida.’ (O)