Anti-nada

Ahí está el precio del anti-nada.  Cuando el Presidente ganó las elecciones dijo que no cree en el anti. Que no hay ninguna duda o reserva frente a aquello. Que no le gusta ser anti.

Bueno, entonces, se equivocó. Vino el pacto, el otro pacto y uno más. Los acuerdos legislativos, la entrega de espacios de gobierno; y como anuncié a días de su victoria, la alianza que dejó mayores dudas que certezas. Luego, fue el turno de la arremetida de los amigos del pacto cuando ya ciertos temitas no les gustaron o no les entregaron. También, como anticipamos, no se debe llegar a acuerdos o pactos con grupos delincuenciales porque después la salida tiene su costo. Si es que hay salida. Dudo.

El anti-nada ha llevado a la desinstitucionalización más profunda del Estado. Es indudable. En la vida, aún más en la responsabilidad, claro que existen antis. Por ejemplo: anti-soborno, anti-corruptos, anti-inhumanos, anti-delincuentes, anti-fanatismos, antiautoritarios, anti-demagogos o anti-caprichosos.

Entonces, por la ausencia de definiciones las cosas siguen. Una mayoría de la Asamblea Nacional que aprueba cualquier cosa. Comisiones ocasionales para interrumpir la marcha de investigaciones judiciales como en el caso Villavicencio. La aprobación de la provincia de la carne (no me crea a mí, mírelo, acaban de aprobar esa Ley). La búsqueda de mecanismos subterráneos para una reelección sin licencia. Los intentos por beneficiar a minúsculos grupos y no a la generalidad. La asintomática fórmula de mantener funcionarios en el poder muy malos y poco preparados. El debilitamiento a la justicia por entorpecer la titularidad de sus órganos de control.

No es poco. Además, al no ser anti-poca seriedad. O, al no ser anti-poca rigurosidad, hay errores enormes en el equipo jurídico. Estados de excepción que no pasan los mínimos filtros de la Corte Constitucional, desaprovechando oportunidades jurídicas únicas. También hay paso a preguntas indebidas al Procurador General del Estado y propuestas normativas que no son para la generalidad, sino para la persona específica, amiga, de menuda edad, que debe ser embajadora. ¿Para qué? Para que sí ¿Por qué? Porque ella debe ser. ¿Pero por qué más? Porque no somos anti-a dedo.

Entonces un tiempo con ellos. Otro tiempo sin ellos. Un rato con lo jurídico, otro, con lo no jurídico. Pienso, ¡Qué compleja debe ser la vida sin anti-parasitarios!  (O)