¡Qué bestia! He escuchado cómo la propia del hospital del IESS ha tenido a sus familiares trabajando en los hospitales públicos. Hijas, hijos, primos, ñaños, entenados, yernos, concuñados, hasta a los sobrinos del marido. Algo así como una empresa familiar. Y la mayoría con unos sueldazos. Qué linda suerte de esta gente. Además, doña Rosita ha sido la dura de los empleados de esta entidad. Dice que lleva años en ese puesto porque tiene el 90% del apoyo. No lo sé, parece falso.
Pero bueno. Aparte de estar impregnados en esa institución, curiosamente todos con nombramiento definitivo, los familiares de doña Rosita también han sido emprendedores. Supuestamente han creado una empresita, algo chiquita, para colocar unas maquinitas expendedoras de cachitos y cafecitos. Cuando los honorables asambleístas le consultaron si sabía de estos chanchullos, se hizo la desentendida.
Es que el nivel de sobradez y soberbia de esta ciudadana haría perder la cordura a cualquier persona que tenga los chacras alineados o a un monje tibetano. Toda consulta que le hacían, respondía que no sabía, que le manden por escrito. Y ojo. Recalcó que ningún ser humano de este planeta puede auditar las cuentas de esta confederación porque es privado. Puede imaginarse que esta organización tenga un hotel. Y como chismesito extra, la persona que está a la cabeza de este negocio es familiar de la susodicha.
Pero eso sí. Los pobres médicos que denunciaron que no hay medicinas ni insumos para las operaciones van a ser sancionados. ¡Carajo, qué injusticia! Los afiliados pasan meses para acceder a una consulta con un especialista o entrar a cirugía. Pero estas vacas sagradas de la seguridad social consideran importante y necesario tener maquinitas o puestos de comida.
En fin, doña Rosita, dígame dónde le puedo hacer llegar una carpetita. No importa que no seamos familia, me hago pasar por un primo lejano. Es más, usted me ha de enseñar a negarlo todo. Soy buenazo para hacer un mandado. De pronto me puedan ayudar con algún carguito de jefe de logística. Pero eso sí, que sea con nombramiento fijo. Pórtese chévere, acolite. (O)