Continúan los abusos

Marco Carrión Calderón

Con la noticia reciente de que en el Archipiélago de Galápagos reside un clérigo que ha cometido una serie de abusos sexuales y violaciones en contra de menores de edad, se hace evidente nuevamente el escándalo que con mucha frecuencia ha manchado a la iglesia católica en una serie de países en diversas partes del mundo. El que aquel haya sido suspendido en sus funciones sacerdotales ni soluciona los daños ocasionados que llegan hasta el suicidio de una víctima ni evita que siga cometiendo delitos.

En algunos pocos casos los responsables han sido “sancionados” por las autoridades religiosas. Con demasiada frecuencia ha habido un real encubrimiento a los delincuentes por pate de sus autoridades al, simplemente, trasladarlos a otra región geográfica, en la cual han seguido cometiendo sus delitos. Lo más común ha sido que queden sin sanción, por diversas razones como ser que las víctimas rehúsan su derecho a denunciar los delitos, por cualquier razón, como ser la vergüenza, la oposición de las familias, etc. Muchos de los casos salen a la luz pública varias décadas después de los hechos. Las demandas ante las autoridades han sido hechas también contra la jerarquía católica, quien en muchas ocasiones obstaculiza las investigaciones, además de no reportar y de hecho encubrir a los sacerdotes pederastas, trasladándolos de las parroquias para evitar su detención y juicio, pero ubicándoles en otros lugares donde van a conseguir nuevas víctimas.

Desde la segunda mitad del siglo veinte han aumentado los casos de abusos en Irlanda, Canadá, Estados Unidos, Alemania, Chile, España, en fin, en muchísimas partes del mundo. Organizaciones de víctimas de pederastia han señalado que los papas Juan Pablo IIBenedicto XVI y Francisco I​ tienen algún grado de responsabilidad al haber encubierto abusos, o bien omitido las denuncias.

Lo más grave de todo es que no se conoce que hay abusos sexuales hasta que alguien se anima a denunciarlos. Eso, generalmente, sucede mucho tiempo después, cuando ya no hay remedio.

Benedicto XVI, condenó los abusos y reconoció los casos que llevaron al escándalo por esta causa en los últimos años de la primera década del siglo XXI. (O)