De pollo y cangrejos

David G. Samaniego Torres

¡Qué hermosa es la vida! Mientras deambulo en la década de mis ochenta pululan episodios, proyectos, leyes, decires que tienen la virtud de alertarme, alimentar mi curiosidad, despertar mi sorpresa y, de manera especial, mi asombro frente a productos que dicen ser mentales más, por su contenido, hay más dudas que certezas de que así sea. Percibo un afán desmedido de dar primacía a los sofismas que, como ustedes recordarán de sus clases de lógica, son esos silogismos mentirosos con apariencias de verdad, hermosamente diseñados para una juventud, ya no tan joven, que ha crecido al margen del pensamiento y del lenguaje correctamente estructurados y expresados.

“El mundo está cambiando y cambiará más; el cielo se está nublando hasta ponerse a llorar”. Desde mi atalaya percibo que estos versos escritos hace mucho, fueron premonición de algo que estaba en camino, próximo a llegar. Hoy ese mundo ha cambiado demasiado impidiéndonos avizorar un hacia donde vamos y por qué lo hacemos.

No me consideren un aguafiestas de la vida. Vivo con alegría. Me siento sano en mi fe y no he perdido la costumbre de soñar en cosas bellas alejadas de este caótico mundanal ruido. Pero, tengo una percepción que me intranquiliza en este mundo ‘que cambiará más’. Al exponerla, me gustaría saber si comparten esta extraña percepción.

No creo en demonios que andan junto a nosotros tratando de seducirnos. ¿Por qué no creo? Porque hay humanos que un buen día decidieron hacer las veces de esos demonios y hacen su trabajo a perfección. Ha surgido, fenómeno nuevo, un ente distorsionador de la verdad y difusor de sus hallazgos. La verdad huyó del campo de la política. Los gobiernos no se llevan con ella. Gente banal y también gente seria habla de conceptos tan deleznables como las estatuas de sal. La verdad ha sido desterrada. Los programas de comunicación, en sus diversas acepciones, no buscan la verdad, necesitan lo novedoso; no requieren informar, su meta es entretener. Los noticieros y periódicos de antaño eran medios para acercarnos a la verdad. Nadie habla del cóndor de nuestro escudo, pero sí disfrutan con una Alondra que ensució nido prestado. Asambleístas se entretienen con carnes de animales no humanos que no deben exhibirse o con anestésicos para impedir el dolor a camarones y cangrejos.

Se prohíbe pensar porque es dañino, la verdad es hoy una desconocida (O)