La crueldad no necesita explicación

Andrés F. Ugalde Vázquez

El pequeño miraba al abuelo con atención. ¿Cómo habría de joven? Imagina que habrá sido más fuerte y, seguramente, no le habría temblado la voz ante esta dependiente de farmacia que teclea con displicencia los precios de una larga receta en un computador.

  • Las medicinas se venden por cajas – anuncia indiferente.
  • Por supuesto señorita, si no hay más remedio – dice el abuelo mientras pasa revista a los pocos billetes que quedan de la pensión jubilar recién cobrada.
  • El resto lo tenemos, pero en una marca más cara – indica nuevamente, mientras al abuelo le comienzan a temblar las manos. Carraspea.  Se incomoda.  Deja ir un jirón de dignidad y pregunta: ¿Y no hay algún otro descuento?

La empleada, distante, le responde:  

  • ¿Y no tiene Usted seguro privado de salud?
  • Tenía, durante 30 años, pero cuando cumplí 65 me echaron.
  • ¿Y el Seguro Social?
  • Tienen algunas genéricas, pero me hacen mucho daño…

Un embarazoso silencio indica que nada más se podía decir. El abuelo tomó la mano del pequeño y salió de la farmacia con una fundita que contenía poco más de la mitad de su receta. Un par de cuadras más adelante, se detuvo para comprarle al nieto un helado con la última moneda que se salvó del naufragio.  El pequeño aprovechó para preguntar:

  • Abuelo ¿Cómo es eso de que te echaron?
  • En realidad, no me echaron – replico pacientemente – simplemente “no renovaron la póliza”, es decir que, mientras era joven, mantenían mi póliza vigente y cubrían mis gastos en medicina, pero ahora decidieron que ya no era “rentable” y lo cancelaron.
  • O sea – replico el niño con esa habilidad para simplificar las cosas que ellos tienen – que cubrieron tus gastos en medicinas cuando no las necesitabas. Y ahora que las necesitas, ya no lo quieren hacer.  ¿Y el dinero que les diste?
  • Se lo quedaron

El niño no dijo una palabra, pero las mejillas se encarnaron y empezó a caminar con los ojos encharcados. El abuelo tampoco dijo nada. No había necesidad. Al fin y al cabo, la crueldad no necesita de tanta explicación… (O)