Como a muchas actividades económicas, a la del turismo no le ha ido bien en el primer cuatrimestre de 2024. Para el segundo, tampoco cambiará la situación.
Informaciones difundidas en estos días indican algo preocupante: el 60 % de los paquetes turísticos han sido suspendidos.
Y esto lo lamentan no sólo las agencias de viajes, sino toda la cadena económica derivada del turismo, incluyendo la informalidad.
Ecuador ocupa el puesto 80 entre 119 países “dentro del ranking de desarrollo turístico del Foro Económico Mundial. Está 54 puestos por debajo de Brasil, y 30 debajo de Colombia”.
Vienen menos extranjeros, y la promoción turística del país no surte ningún efecto. Casa adentro, la actividad está supeditada a los feriados; pero tampoco llenan las expectativas del sector.
Hasta Galápagos, la joya del turismo nacional para extranjeros, experimenta tal ausencia.
Las causas para el bajón no resisten la mínima perspicacia: la inseguridad.
Varios países han recomendado a sus ciudadanos pensar dos veces si su destino turístico es el Ecuador, argumentando la ola delictiva, cuyo recrudecimiento es notorio en varias provincias del Litoral, en las cuales el turismo es vital para sus economías.
La declaratoria del estado de guerra interna en enero pasado fue el detonante. Dio un mensaje claro al mundo de lo grave de la situación. Causó la cancelación de las reservas turísticas hechas a finales de 2023.
Los esfuerzos desplegados por la Policía y el Ejército, aun a costa de la vida de algunos de sus miembros, no son suficientes para frenar a las hordas delictivas, escondidas en todo lado y dispuestas a todo, como también a perpetrar delitos atroces como el secuestro y la extorsión.
Empero, la merma del flujo turístico internacional también estaría relacionada con los altos impuestos para los vuelos, siendo más barato ir a los países vecinos.
Frente a esta realidad, el Gobierno debe tomar nota de las necesidades y preocupaciones del sector turístico.