¿Hacia dónde nos dirigimos?

David G. Samaniego Torres

La respuesta al planteamiento que hago es tan obvia que ustedes, en buena parte, la conocen ya. No les interesa saber quién lo dijo, pero sí les importa estar al tanto de las ideas que convulsionan las mentes de nuestros contemporáneos; vale la pena, por lo menos saber cuáles son las preocupaciones y las audacias de un número significativo de humanos, en especial de aquellos que tienen voz y voto, de aquellos que tienen un puesto para emitir juicios de valor y ser atendidos.  En un mundo con demasiadas preguntas en el aire vale intentar respuestas, al menos, a lo más acuciante.

Les participo que estoy muy preocupado porque en ocasiones empiezo a creer que soy solamente yo, quien de un tiempo acá convive con fantasmas, quizá con realidades forjadas, mientras el resto de la humanidad sigue su vida tranquila, come y bebe a gusto: ´en paz lo vivo y en quietud lo muerto´.

El domingo pasado supe de una tesis que lentamente, pero con mucha fuerza, comienza a difundirse sin rubor alguno: los viejos estamos por demás en la actual sociedad porque originamos gastos demasiado fuertes para su cuidado. No hay economía que resista al crecimiento desmedido del segmento de ancianos, en consecuencia es necesario instrumentar políticas para que este grupo humano muera lo antes posible y facilite de este modo vivir holgadamente  a la niñez y juventud.

Mi susto y mi recelo por lo expuesto adquiere dimensiones insospechadas cuando llego a saber que el ataque al género humano no está ubicado solamente en los últimos años de vida, sino que se ha organizado uno más artero y criminal.  La niñez, a partir de los tres años, comienza a ser manipulada genéticamente, distorsionando identidades y creando productos antinatura. No puedo creer que seres humanos estén manejando estos descalabros de la especie; deben ser  seres viciados, con ayuda de fármacos y médicos, quienes creen que esos cuerpos infantiles, de niñas y  niños, son aptos para ensayar diseños de una nueva humanidad.

Estudié para maestro y estuve cerca de la niñez y de la juventud en procesos de formación; en ese entonces los  padres de familia sabían qué es lo que se requería para sus hijos y juntos, en un solo esfuerzo, conseguimos formar cocreadores del universo, gente físicamente sana y con mentes lúcidas, con visiones claras del hoy, del ayer y del mañana. (O)