Ética del agua

Es la coherencia de la conducta individual o social con el concepto moral que se tiene y se defiende respecto a su uso, cuidado y preservación.

Si la ética es el comportamiento coherente con la idea moral que la gente tiene sobre las diferentes situaciones de la vida humana, tanto en su relación con los otros, así como con la naturaleza; la ética del agua sería entonces, la coherencia de la conducta individual o social con el concepto moral que se tiene y se defiende respecto a su uso, cuidado y preservación.

El comportamiento real, en este caso, el de la gente frente al discurso que defiende el agua es un desafío permanente, porque en el proceso de buscar cada vez niveles mayores de coherencia, siempre se pueden alcanzar grados más elevados. La argumentación moral respecto del agua es tan sabia y florida, que resulta difícil criticarla o refutarla. Sin embargo, la conducta ética de sus mismos defensores o de los ciudadanos en general, es de un nivel bastante inferior al de su doctrina.

Uno de los más notables efectos -en individuos y grupos- del proceso de búsqueda de coherencia con el ideal del uso, cuidado y preservación del agua, es el desarrollo de una cierta claridad que se despliega en su fuero interior y que ilumina sus propias acciones, mostrándoles todo aquello que les falta para ser lo que pretenden ser éticamente. En esa tentativa, la consciencia de sí mismos se vuelve más lúcida, lo que permite que las limitaciones propias de lo humano sean cada vez más evidentes, generando autocrítica, humildad, fortaleza y compromiso con el mejoramiento de sus prácticas vitales, en este caso, frente al agua.

Lo afirmado en el párrafo anterior, tiene varias sentencias de sabiduría universal que lo sostienen, como las de Sócrates cuando afirma: “Yo solo sé que nada sé” y “conócete a ti mismo”; o, las cristianas: “No veas la paja en el ojo ajeno, sino la viga en el propio” o “quien esté libre de culpa que lance la primera piedra”. Sin embargo, en los escenarios de los derechos humanos, ambientales o del agua, muchos procedemos de manera diferente a la que predicamos.

Para ilustrar la idea anterior, tomo como ejemplo la cotidianidad de cada uno de nosotros en su relación con el uso, cuidado y preservación del agua. ¿Qué tan coherentes somos en su utilización en nuestras casas: aseo personal, comida, jardines para quienes los tengan, lavado de vehículos, verificación y resolución de eventuales fugas en los sistemas domiciliarios? ¿Cuáles son nuestros comportamientos diarios en el uso de detergentes, jabones, aceites y desechos que arrojamos al agua?  ¿Cuál es nuestra conducta en relación con la contaminación de las fuentes de agua y de los ríos? ¿Cuáles son nuestras acciones concretas y cuáles nuestras omisiones? Porque la ética no se agota en el discurso, sino que esencialmente es, práctica del mismo.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) definen el mundo al que aspiramos. Se aplican a todas las naciones e implican, simplemente, la garantía de que no se deje a nadie atrás.

La conducta moral es transversal a la vida en sociedad. Los que son prudentes o aspiran a serlo guiados por la búsqueda de la sabiduría, en muchos casos, se sentirán abrumados por su pequeñez y por sus carencias frente al ideal. Los otros, están pletóricos por su magnificencia y perfección. También, para esa forma de ser, existen innúmeras sentencias y pensamientos que le son aplicables…

La ética del agua

Por lo dicho, el discurso moral sobre el uso, cuidado y preservación del agua es solamente eso, una idea elaborada, desplegada y desarrollada en diferentes niveles y ámbitos, que propone y establece formas de actuar. La ética del agua, es entonces el resultado de la toma de consciencia respecto a determinada proclama moral, que se concreta en el comportamiento de individuos, grupos y sociedades que buscan coherencia con la doctrina que defienden.

Es necesario manifestar que, el tantas veces mencionado discurso moral sobre el agua, está integrado por una serie de elementos que conforman un escenario amplio en el cual se reflexiona y también se actúa. Escribo algunos de esos componentes: derecho internacional público; iniciativas globales como los objetivos de desarrollo sostenible; sistemas jurídicos nacionales (constitución, leyes, reglamentos, jurisprudencia, doctrina y principios generales del derecho); debate social respecto a la pertinencia o no de lo regulado y su forma de aplicación en la práctica; referentes morales de cada individuo o grupo y los intereses que defienden; desarrollo civilizatorio que tiene en la ciencia y en la tecnología a sus principales impulsadores; pensamiento de ciudadanos comunes y corrientes que no pertenecen a ningún grupo de presión o partido político ni profesan una ideología determinada o, el pensamiento de las asociaciones de personas unidas para la defensa del agua. En ese marco cultural evoluciona el comportamiento moral o la ética del agua.

Algunos de esos elementos son obligatorios para todos, concretamente el sistema jurídico, que por definición es de cumplimiento forzoso. Afirmación que no significa que todo lo que está dicho en lo jurídico sea correcto y que los ciudadanos no podemos oponernos a normas o a instituciones y categorías legales, pero lo debemos hacer en el marco de lo que el propio constructo normativo establece. La voluntad individual o grupal de quienes no están de acuerdo con la norma jurídica, no puede desconocerla, porque el derecho representa a la totalidad de la sociedad y no solamente a los criterios e intereses de algunos.

Llego nuevamente a la acepción de ética que propongo… conducta coherente con el referente moral discursivo que se asume y defiende. La ética del agua, al ser acción humana, lo es en el escenario cultural en el cual nos ubiquemos. Tendríamos que preguntarnos, siguiendo las citas socráticas y cristianas, ¿qué tanto hacemos como individuos frente al respeto al derecho o imperio de la ley relacionado con la protección del agua en el ámbito jurídico internacional o nacional? ¿Cuáles son nuestras prácticas particulares y grupales en cuanto al consumo del agua en el Ecuador? Todos sabemos que utilizamos un cuarenta por ciento más que los otros países de América Latina ¿Cómo la cuidamos desde nuestra participación individual? ¿Cuáles son nuestras omisiones o acomodamientos frente a la contaminación de todo tipo que afecta a las aguas interiores y a las marinas en todo el mundo?

Una iniciativa para el análisis de la ética del agua

Lo que se puede hacer para fomentar el desarrollo de la consciencia moral con la intención de que incida en la conducta ética, es mucho y es posible realizarlo en todos los ámbitos sociales. En el ámbito de la educación superior, podríamos aproximarnos al tema del agua definiendo, en primera instancia, como objeto de análisis a un territorio específico, quizá el propio y entrañable espacio de la Biósfera Macizo del Cajas. Este abordaje se lo podría realizar desde diferentes perspectivas que nos permitan a todos visualizar con claridad algunos de los elementos de esa realidad. Así, se lo podría hacer desde lo jurídico, lo filosófico-social, lo científico, lo tecnológico y lo ciudadano.

Deberíamos analizar la normativa legal internacional y nacional que regula el uso y la protección del agua en ese escenario. También deberíamos estudiar, desde el enfoque filosófico-social la realidad de seres humanos en ese territorio en su interacción con otras personas y con la naturaleza. Igualmente, deberíamos conocer y debatir sobre el desarrollo del conocimiento científico para el cuidado del agua.  De la misma manera, deberíamos saber cómo utilizamos la tecnología para cuidarla y preservarla. Por fin, debemos debatir sobre los criterios ciudadanos sobre el uso del agua en el Macizo del Cajas.

Puesto que, lo que está pasando en ese espacio natural -inveteradamente violentado- es muy grave. La normativa legal no se respeta, los intereses humanos individuales e ilegítimos se imponen a los derechos de la naturaleza, no sabemos cabalmente cuáles son las investigaciones científicas para la preservación del agua en esa zona, así como tampoco está claro, cómo las poderosas tecnologías contemporáneas apoyan o no a su cuidado. Por fin, el criterio de los ciudadanos, organizados y no organizados, debe formar parte de esta iniciativa para tratar ampliamente el tema a partir de la ética de la tolerancia -no desde su discurso- y de la importancia metodológica del abordaje multidisciplinar.

Por: Juan Morales Ordónez

DZM

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social con experiencia en coberturas periodísticas, elaboración de suplementos y materiales comunicacionales impresos. Fue directora de diario La Tarde y es editora.

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