Hace unos días fue noticia el rol que sostuvo la secretaria de comunicación, Irene Vélez, en una cadena radial en la que un medio guayaquileño hizo de matriz. Lamentablemente la información que trascendió en los titulares, a pesar de los esfuerzos periodísticos y gubernamentales no fue la que seguramente le interesaba al Ejecutivo. La agenda se colmó con el confuso rol que tuvo la secretaria Vélez ubicada en el set del medio radial como si fuera una más de las periodistas del medio.
El error es por partida doble. Por un lado, se lastima el periodismo ecuatoriano, al permitir una manipulación de la agenda periodística en un espacio que sirvió de propaganda gubernamental en lugar de ser intermediación y transparente rendición de cuentas. No puede entregarse de esa manera la agenda temática a los intereses del poder, cuando se supone que el rol del periodismo es hacer de vigilante guardián e incluso contestador de quien ostenta ese poder. Lo sucedido el pasado lunes es una evidencia que responde a la pérdida de confianza en los medios de comunicación. El Ecuador es, en la región, el país que menor credibilidad tiene su sistema medial. Después de lo sucedido el lunes pasado no sorprende por qué.
El segundo error es de la Secretaría de Comunicación. Su rol es ante todo estratégico. La decisión de hacer una cadena radial en entorno seguro, mediáticamente hablando, implica cierto control de agenda, esto no es novedad para la comunicación gubernamental, sin embargo, lo que no se ha visto es que la secretaria de comunicación solicite el espacio de intervención periodística de manera directa. Vélez condujo al presidente Noboa en la temática y en las respuestas recibidas. En lugar de aportar en la relevancia temática, su presencia opacó a la de quien debió llevar el protagonismo que era el primer mandatario.
Lo que sucede, es que, así como en algunas carteras estratégicas, la de comunicación también requiere de personal con práctica en el ejercicio periodístico. Quien conoce y respeta la labor del periodismo político jamás se atrevería a cometer una falta tan grave que atente contra la credibilidad del medio y del mandatario en menos de 40 minutos. No corresponde al trabajo pausado, articulador y estratégico que se espera de quien orienta las líneas argumentales y decide el mejor vehículo para llegar con ese mensaje a la ciudadanía. (O)
@avilanieto