No sé ustedes, pero mi orgullo de ser cuencana, es por haber nacido en esta hermosa ciudad, por las familias a las que pertenezco, por las relaciones humanas y de amistad que he construido en este bello rincón del mundo, por los encantos naturales y los otros propios y particulares de la ciudad, cuidados y conservados por quienes la habitamos.
Ese orgullo que nos suele henchir el pecho, no tiene nada, pero absolutamente nada que ver con lo que haga el alcalde actual, el anterior o el que vendrá. Se me revuelven las tripas –como decían mis mayores- cada vez que oigo al que ocupa el cargo de burgomaestre, atribuirse el mérito de provocar ese sentimiento entre los cuencanos.
Deberían bajar del pedestal en el que se suben solitos, en el que se creen más y mejores, luego les ayudan a alimentar su ego, quienes están a cargo de la comunicación o mejor dicho de la publicidad que se hacen, con dinero que debería destinarse a mejores fines.
El orgullo de la cuencanidad no es mérito de ningún alcalde. (O)