Al final del ciclo lectivo 2024-2025 bajo régimen de Sierra y Oriente, en Azuay, Cañar y Morona Santiago se graduaron 18.579 estudiantes.
Agréguense los 2.445 graduados bajo el sistema Servicio Semipresencial, y los 397 de la modalidad a Distancia.
Pero, ¿cuál es el futuro de aquellos nuevos bachilleres? ¿Matricularse en la universidad, sobre todo en una pública? ¿Emigrar? ¿Hay algún otro?
De acuerdo a los registros del Consejo de Educación Superior cada año se gradúan 300 mil bachilleres en el Ecuador.
No todos logran ingresar a la universidad pública, peor para seguir las carreras de sus preferencias, en cuyo caso la opción es matricularse en las privadas, dependiendo de las posibilidades económicas, o en los Institutos Tecnológicos.
Miles de los recién graduados pasan a ser parte de ese gran “ejército de desocupados”, es decir, jóvenes sin mayor futuro. Esta es una realidad social vista únicamente para las estadísticas, menos para asumir políticas públicas encaminadas a remediarla.
Dos de aquellas tres provincias australes se caracterizan por el alto índice migratorio, siendo la de los jóvenes la de más incidencia, y con mayor razón si tienen a sus padres en el extranjero.
Es una de las puertas de escape ante un destino difuso, claro está si logran llegar al país prometido, en este caso Estados Unidos.
Por ventaja, si así puede concebírsela, la Universidad de Cuenca, la UDA y la Universidad Católica, han abierto nuevas carreras, acorde a las necesidades del país, en especial en áreas tecnológicas, productivas, empresariales, de negocios, y energéticas.
Un bachiller se enfrenta a uno de los retos más grandes de su vida: elegir una carrera universitaria; y esto, según expertos en educación superior, pasa por identificar sus fortalezas y debilidades, considerar la proyección profesional y analizar las tendencias laborales.
Como se ve, se trata de un asunto complejo. El Estado debe preocuparse al cien por cien.