Cruzada por una santificación

Jorge Durán Figueroa

En el Ecuador, desde hace algún tiempo hay una maléfica y bien orquestada cruzada para santificar la corrupción, elevada a categoría de política pública cuando una mafia la gobernara durante varios años.

Liderzuelos de esa mafia, casi todos procesados por la Justicia, incluso sentenciados, desde el exterior donde andan prófugos o gozando del “buen vivir” manejan sus hilos a través de monaguillos elegidos en las urnas, amanuenses, jueces y abogados tinterillos, a fin de conseguir ser liberados del pecado, santificados y pontificados, no en la Plaza de San Pedro, sino en las plazas de este país desmemoriado, timorato, sin aliento, violento, casi que podrido y dividido hasta la coronilla.

Cuentan también con beatos internacionales, sin duda cortados el ombligo con la misma tijera, abogando para que sean declarados sin mancha ni pecado original, si es posible indemnizados con todo el oro del Banco Central.

Más bien para que una corte celestial los declare mártires y perseguidos, como si cuando se creyeron reyes y reyezuelos no hubieran perseguido, asesinado, traficado, robado, calumniado y mofado de los pocos que osaron enfrentarlos.

Ahora tienen diablo propio por el que se juegan la vida, y razón no les falta si, al fin y al cabo, es sangre de su sangre y cojea de la misma pata que ellos.

Han conseguido que este pobre diablo, con aires de cantinfleador, les siga la corriente para lograr la santificación de su héroe mayor, haciendo que se arrepienta de haberlo echado el guante por corrupto y corruptor, cuando por las truculencias del destino lo convirtieron en juez de esta ya casi fallida república.

Han logrado que un defensor de narcos y de otros pillos se levante con la dirección de otro púlpito, desde el cual nombrar a otros diablillos de toga y zapatos Gaziano & Girling, cuyo fin será quemar los expedientes que impiden la santificación de aquel corrupto y su corte de honor, digo de horror.

Con hitleriana habilidad van tejiendo todo a su favor. Ni siquiera necesitan de las sombras. Hasta son capaces de rezar desnudos porque ya no tienen ni vergüenza.

Cuentan con “fitos” y una camada de embusteros y celestinas, que hasta pretender hacer abortar a mujeres dignas para satisfacer la sed de venganza de su encantador de serpientes.

Vaya cruzada delictiva la que libran estos amorales, y vaya que pueden conseguir la santificación de su líder. Si lo logran, si se les permite, será en el altar de la ignominia, no en el de la decencia y del honor, y aun venido a santo hederá a corrupción y vestirá sotana con bolsillos sin fondo. (O)