Decadencia

Ecuador pasa por una faceta oscura. Predominan los locos afanes por acumular dinero y poder como sea. Se ha perdido hasta la vergüenza. El todos contra todos, si es posible hasta en contra del Estado, es una consigna diseñada por unos pocos mortales sin Dios ni Ley.

Predominan, como siempre, las noticias negativas; mucho peor ahora la difundidas en las redes sociales, la mayoría falsas o tergiversadas en antros donde se esconden individuos al servicio de otros sin reputación.

La corrupción se ha tomado todos los rincones de la patria, y en la ineficaz lucha en su contra aparecen los corruptos de ayer, dando lecciones de moral y exigiendo justicia.

Unos pocos se apalancan en el sindicalismo para obtener privilegios, sin importarles haber degenerado el espíritu real de un derecho constitucional, al punto de haber integrado castas cuya finalidad es obtener más y más, si es posible hasta sin trabajar.

Eso no es todo. En varios casos, han hecho del sindicalismo, fortines para la corrupción, como ocurre en el IESS por ejemplo.

La delincuencia criminal muta, migra de una ciudad a otra, se esconde en barrios marginales o en mansiones ubicadas en las urbes; ha convertido a las vías en rutas para el narcotráfico, cuando no para asaltar; ha puesto una soga al cuello a la población trabajadora aplicándole las “vacunas”, y hasta le reta al Estado para probar quien tiene el mando y el monopolio de la fuerza.

La lucha librada por la Policía y el Ejército no parece ser suficiente ante un monstruo de mil cabezas y manos, con apoyo político y hasta de ciertos jueces, mientras los “palo grueso” y los lavadores del dinero sucio siguen campantes.

Los transgresores de la ley, a órdenes de ciertas mafias políticas, se venden, perjuran, aplastan sus mínimos de decencia, con tal de salvarse y, de paso, a otros, igual de corruptos, pero ávidos por el poder político.

Ese y mucho peor es el panorama actual del Ecuador. ¿Hasta cuándo?