Vergüenza nacional

Marco Carrión Calderón

Es indiscutible que el Ecuador ha sido cubierto por una enorme vergüenza, una vez más, cuando la tal Asamblea Nacional ha concluido con la declaración de inocencia a Wilman Terán luego del proceso de un mal llamado enjuiciamiento político en el cual el inculpado tuvo oportunidad para atacar a otras personas y funciones del Estado, especialmente a Diana Salazar, una de las pocas personas respetables en la actualidad. Hizo gala de ese histrionismo ridículo que, a pesar de que está plenamente de acuerdo con sus orígenes y preparación, resulta un verdadero agravio para el Ecuador. Y pensar que ese fulano haya sido presidente de la Judicatura resulta inconcebible, increíble y un enorme agravio, no solo para esa función del Estado, sino para todo el país.

Estos hechos resultan del hecho de que la bancada correísta conformada por los ovejunos y ovejunas, numeroso sector de la tal Asamblea Nacional, tiene verdadero pavor de que el prófugo vaya a disgustarse o enojarse. Las órdenes que les llegan desde Bélgica no son materia de discusión, se sabe, son para ser obedecidas. Sin discusión. Y punto.

Terán, uno de los delincuentes del caso Metástasis que lo vincula con delincuencia organizada y narcotráfico, un contumaz pillo, ha sido declarado inocente en la burla que representa un juicio político en contra de alguien a quien el prófugo dispensa su buena voluntad por algún turbio inteés. Es muy probable que tenga en él muy buenas esperanzas en que le sirva nuevamente para el cometimiento de más delitos y tremendas acciones delincuenciales a que nos sometieron en los diez años de desventura del país.

No solo que está involucrado en casos de corrupción organizada, de haber recibido dinero mediante la venta de sentencias, sino que como presidente de la Judicatura tiene una serie de actos de corrupción y obstrucción a la justicia. No olvidar que al sostener que entre cinco votantes dos hacían mayoría ordenó, ilegalmente la destitución de un juez.

Como se puede ver y comprender este señor Terán está hecho a la imagen y semejanza del correato que hace lo que le da la gana, con derecho o sin él, así sea de manera ilegal y exige que todos acepten sus decisiones y conclusiones. (O)