Los fríos días que atravesamos, con pocas posibilidades de lluvia como nos dicen las noticias, debieron prevenirme porque este ambiente gris, seco, ventoso y falto de lluvias afecta la salud, las emociones y las finanzas de doña Lourdes; en ella, los efectos del estiaje son duros para el barrio. Cuando llegué a su tienda debí haberme fijado en ese viejo cartel, impreso en los setenta en colores ocres que dice: “Hoy no fío, mañana sí”. Su visible presencia en la parte central de su vitrina, cuando lo saca, es un código para sus vecinos: el libro de “cuentas” está lleno, mientras, queda cerrado el crédito. No tiene “morosos”, los vecinos saben que su palabra vale. “Confío que cumplan, debo confiar, leen este letrerito que era de mi padre y pagan no más, sin que les diga nada”. Su solidaridad exige reciprocidad y honradez. La interacción social de su tienda permite, sin duda, cohesión comunitaria, pues su pequeño negocio es un verdadero banco de alimentos para quienes no tienen efectivo y un espacio de encuentro ciudadano donde se producen procesos de resiliencia extraordinarios que traspasan los análisis expertos o las lecturas políticas interesadas, siempre alejados del cotidiano de la gente. “Por más que nos digan que estamos mejor, ¡qué va!, toditos los días se informa de asesinatos, secuestros, corrupción, abuso, todo sigue igual, de nada ha servido tantos militares en las calles…, fían porque ya no alcanza para nada, todo ha subido, algunos vecinos se igualan hasta cuando llega la plata de familiares migrantes, porque veci, trabajo, trabajo aquí no hay”. (O)
DZM
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social con experiencia en coberturas periodísticas, elaboración de suplementos y materiales comunicacionales impresos. Fue directora de diario La Tarde y es editora.
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