La fuerza mediática que adquirieron los casos Metástasis y Purga elevó la expectativa sobre el cese de la impunidad. Parecía que finalmente se iba a hacer justicia, a pesar de las manipulaciones de quienes, desde sus espacios de poder, actuaban como operadores judiciales de peligrosos narcotraficantes. Lamentablemente, el resultado es otro. De hecho, la misma Fiscalía que, con tanta producción audiovisual, instaló relatos sobre los culpables, hoy pide condenas simbólicas en atención a las colaboraciones recibidas de estos autores confesos.
El rol de la Fiscalía, como institución del Estado, no es competir con los medios en la instalación de relatos sobre culpables e inocentes. Su trabajo se concentra en identificar los elementos de juicio más eficientes para poder sustentar sus investigaciones y teorías ante los jueces. Su labor es estar junto a las víctimas en la defensa de sus intereses, no junto a los diseñadores y estrategas de comunicación, en el posicionamiento de logotipos y productos audiovisuales para imponer versiones de una historia ante la opinión pública.
Cuando se ceden espacios a la mediatización, es fácil caer en las redes tentadoras de la espectacularización. De esto saben los políticos y la prensa sensacionalista. Podrá servir para ganar clics en redes sociales, pero no necesariamente para aumentar la favorabilidad ante la opinión pública y, mucho menos, la credibilidad. En estas arenas peligrosas se está hundiendo la Fiscalía, a no ser que reflexione profundamente sobre su rol dentro del sistema judicial.