¡Pobre democracia

Tito Astudillo Sarmiento

Y en la otra esquina, tras vencer un largo y complejo de elecciones, decisiones, diálogos, encuentros, desencuentros, acuerdos, desacuerdos, tejes y manejes, es ¿…?

A días, si días, a lo sumo semanas, de conocer a los aspirantes al “trono” de Carondelet para el período presidencial 2025 -2029, recuerde que, de acuerdo con el calendario electoral aprobado por el Consejo Nacional Electoral, entre el 03 y el 17 de agosto, todos los movimientos y partidos deberán llevar adelante sus procesos de democracia interna para consolidar sus cuadros aspirantes al ejercicio del poder ejecutivo.

Lógico que todos, toditos, todititos; más allá de las doctrinas y afinidades históricas, hoy se declaran contradictores naturales y retadores al título intentando. Pero ¿por qué intentar consolidarse como contradictor?, elemental mi querido Nerón; (parafraseando y poniéndole algo de humor político nacionalista y contemporáneo); si las encuestas revelan que más de la mitad de la población declara pesimismo frente a la situación del país; y, consideran la seguridad y economía como nuestro principal problema; entonces ser contradictor es buena idea.

Empero siendo buena idea no es tan simple, pues el poder también elige batallas y señala contendores, construye escenarios y traza alternativas sobre las cuáles define estrategias; para eso sirven las encuestas; mucho más que para saber quién va primero justo ahora; eso, mi estimado lector, es poco relevante como dato suelto, quién va primero sólo es relevante cuando construye tendencias que le permiten entender ¿cómo llegar primero el día cero?

Así la cosa, la batalla no se trata solo de derechas o izquierdas, siendo honestos, los caudillistas populismos maniqueístas han sido más efectivos que las ideologías en el arco temporal del último período de democracia constitucional en el país.

Entre populismos y tecnocracias, los cuadros buscan plataformas que los cobijen y potencien, los partidos buscan cuadros con opciones en las encuestas, las democracias internas se convierten en tableros de cálculo de alternativas y los electores en meros espectadores de la tragicomedia que, puesta en escena, nos convoca a decidir bien… ¡Pobre democracia! (O)