Unos entrañables amigos, los fines de semana, salen de largos paseos en bicicleta por diferentes vías y pueblos de la geografía regional, cada cual más novedoso de paisaje natural o construido y alguna particularidad específica: arquitectónica, arqueológica, artesanal o gastronómica que los identifica; encantadoras lagunas, emblemáticos cerros, míticos miradores, un bosque, un río, una cascada, un inusual poblado, una legendaria vía, una iglesia, en fin, de todo y para todas según afinidades y gustos.
Este fin de semana fueron al complejo arqueológico de Ingapirca, en la provincia de Cañar, siguiendo la línea del tren hasta San Pedro vía que, en su mayor parte aunque abandonado, permanece en su sitio esperando una soñada rehabilitación, incluso en la entrada a Cuenca y en su estación de Gapal, realidad que por inercia nos lleva a reflexionar sobre la posibilidad de la recuperación del ferrocarril a nuestra ciudad, sabiendo que el tren es sinónimo de progreso, la posibilidad más conveniente de movilización masiva y un destino turístico ahora que se apuesta a esta actividad para el desarrollo, de lo cual tenemos ejemplos muy cercanos, como el Tren de la Nariz del Diablo en Alausí y las siete líneas del Tren Ecuador: Tren de la libertad, Tren de la dulzura, Tren Durán-Alausí, Tren del hielo I y II, Tren de los volcanes, Tren del cacao, y su máxima expresión, el Tren Crucero Quito-Guayaquil, Guayaquil-Quito, tan apetecido por el turismo internacional.
Mientras tanto, es necesario rescatar del olvido y reavivar en el imaginario colectivo regional la ilusión del tren Sibambe-Cuenca. Haciendo la travesía Alausí – Nariz del Diablo, se ve un vagón que quedó mirando al Sur en la estación al pie del Pistishío. Es “del tren que perdió el tren” como lo llamó Manuel Muñoz Cueva; del tren en el que viajamos muchas veces a los centros arqueológicos del Cañar y del mismo en el que regresamos, cantando, unas soñadas vacaciones de Extensión Universitaria por el Tambo, Honorato Vázquez e Ingapirca, en los años 70. Pedalear por la ruta del tren ayuda a mantener latente la ilusión. (O)