Conoce sobre el oso andino, también llamado oso de anteojos, y cómo su presencia contribuye al buen estado de salud del medio ambiente.
Conoce la investigación realizada por la UTPL sobre el oso andino, también conocido como oso de anteojos, una especie que habita en los bosques andinos y páramos del Ecuador. Su presencia enriquece la biodiversidad local y juega un rol fundamental en el mantenimiento de los ecosistemas al ser el dispersor de semillas por excelencia. Al consumir frutos y dispersar las semillas en su área de recorrido, contribuye a la regeneración y restauración natural de los bosques. Su actividad también promueve la diversificación de especies vegetales, base fundamental para la salud de los ecosistemas que habita.
Actualmente, según la Unión Nacional para la Conservación de la Naturaleza, esta especie está clasificada en peligro de extinción, con un estimado en su población que oscila entre los 4 000 y 5 000 ejemplares. Alrededor del 85% del territorio originario de los osos ha sido transformado; de ese territorio remanente, el 70% se encuentra fuera de las áreas protegidas lo que eleva el riesgo de conflicto con humanos ya sea por invasión de cultivo o ataque al ganado.
En este contexto, la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL) sigue las huellas del oso andino en los bosques y páramos del sur del Ecuador. Rodrigo Cisneros Vidal, docente de la carrera de Biología de la UTPL, comenta que las investigaciones de la universidad se centran en el Parque Nacional Podocarpus y su zona de influencia, una reserva pública que abarca más de 146 000 hectáreas, entre páramos y bosques montanos.
El oso de anteojos es considerado un organismo omnívoro, consume lo que encuentra en su entorno. La parte central de su dieta son las plantas fibrosas, como las achupallas, de la familia de las bromelias, o los bambús y las palmas.
“El oso andino es el único úrsido superviviente de toda la región de América del Sur y sus adaptaciones evolutivas han evitado su extinción. Una de las principales adaptaciones es la forma de sus molares (con cúspides más bien aplanadas, parecidos a los de los humanos), que al igual que los osos panda, les permite consumir plantas fibrosas”, comenta Cisneros.
La UTPL ha realizado estudios longitudinales de dieta de los osos a lo largo de todo un año. En este trabajo, se realizaron visitas mensuales de campo para recolectar el excremento de los ejemplares y analizarlo a nivel microscópico para conocer su contenido.
Entre los alimentos encontrados están frutos de todo tipo, flores, insectos, restos de caparazones de artrópodos y, sobre todo, el alimento de fondo, las plantas fibrosas, señala el catedrático universitario.
Las achupallas tienen muchas espinas; sin embargo, los osos encuentran la manera de alimentarse de ellas. Esta planta no tiene una concentración muy elevada de nutrientes, por lo tanto, los osos necesitan consumir grandes cantidades de la parte carnosa de sus hojas (aproximadamente 30 kilos al día) para obtener la energía requerida.
Además, el estudio ha permitido identificar que, a diferencia de lo que ocurre en los Andes del norte de Ecuador, los osos que habitan en el sur presentan un uso permanente y no estacional del bosque y el páramo. Este fenómeno posiblemente ocurre dado que los Andes del sur se encuentran en la zona de influencia de la denominada “depresión del Huancabamba”, donde la cordillera desciende en altitud y restringe el ecosistema de páramo a las crestas de las montañas; por lo tanto, los osos del sur se enriquecen de una dieta compartida de ambos ecosistemas a lo largo del año, menciona el experto.
El oso andino es una especie clave para el ecosistema, gracias a ellos y su acción de búsqueda de alimento es posible que nuevas plantas broten. “El oso mueve mucha vegetación en el entorno, al deshojar ramas y romper hojas, genera una dinámica impresionante de apertura de luz, espacio y aire para que otras plantas broten. Por tal motivo, el oso es un patrimonio funcional y es necesario fomentar su cuidado. Se necesita una cantidad suficiente de osos para que cumplan su rol”, expresa el catedrático.
Sin embargo, a pesar de las investigaciones que diversas instituciones realizan en la región, un reto común de los países donde se distribuye la especie es montar sistemas de monitoreo, a cargo de los estados, donde las universidades puedan aportar para conocer con mayor detalle la dinámica de los osos y el estado de conservación de sus poblaciones. Es importante recordar que, debido al costo de ejecutar sistemas de monitoreo, se deben seleccionar especies clave que representen la dinámica y estado de otras especies; en ese sentido, se debe mencionar que el oso andino es también catalogado como “especie paraguas”, pues su hábitat abarca un amplio territorio que contiene a otras especies silvestres y sus poblaciones. “Debería ser una política de estado montar sistemas de monitoreo de estas poblaciones”, comenta Cisneros.
Por otro lado, según el experto, aún existen retos importantes por cumplir. El principal a nivel de conservación es hablar de poblaciones. En Latinoamérica, aún no se asienta el concepto de que la conservación de la biodiversidad no se trata de conservar unos pocos especímenes, como lo hacen los museos, si no que se necesita preservar poblaciones silvestres sanas y viables que se sostengan en el tiempo. En otras palabras, los administradores de un parque nacional no deben solamente saber si existen osos en su reserva, sino que deben conocer el tamaño y la dinámica de su población, pues este es el dato realmente importante en términos de conservación.
Entre las principales razones para que el oso de anteojos se encuentre en peligro de extinción, se pueden mencionar las siguientes: la destrucción del hábitat y su transformación en zonas de uso agropecuario y actividades destructivas como la minería; de igual forma, la cacería y matanza de osos por retaliación ante el conflicto entre la gente y la fauna. Estas acciones están terminando con las poblaciones de osos, sus hábitats naturales y el de otras especies silvestres.
Debemos mejorar con urgencia el uso y aprovechamiento del suelo, regiones como el sur del Ecuador han transformado más de la mitad de sus territorios de hábitats naturales en zonas de uso extensivo agropecuario, con muy baja rentabilidad, por lo que ni siquiera representan un aporte significativo al bienestar de sus habitantes. La baja rentabilidad de estos sistemas de producción induce a los habitantes rurales a seguir talando bosques cada año y a diversificar sus ingresos con actividades que incluyen el trabajo parcial en las ciudades, “abandonando” por días o semanas a su ganado en el límite con el bosque. Sin ese resguardo, los animales silvestres como el oso, el puma o el jaguar, pueden atacar al ganado, lo que impacta significativamente a la economía del campesino y ocasiona que tome acciones de retaliación contra estas especies, menciona el docente.
En este sentido, es crucial que se implementen con urgencia estrategias de optimización del territorio agropecuario para reducir su extensión y restaurarlo; así se puede mejorar la coexistencia con la fauna silvestre y preservar sus poblaciones y su función ecológica. Si no se realizan acciones para mantener al oso andino en sus hábitats, se está condenando a la extinción a uno de los actores clave de los ecosistemas andinos; su desaparición desencadenaría un impacto profundo en la salud y seguridad alimentaria de nuestra especie.
A nivel individual debemos empezar a construir nuestra identidad a través de la naturaleza, ocupando los espacios naturales y viviendo con conciencia plena esa experiencia. Reconocer la importancia de cada especie que ha sobrevivido al proceso evolutivo de millones de años es fundamental para reconocer su derecho a existir y para determinar que nuestra supervivencia depende directamente de una coexistencia armónica con las esas especies.